PROLOGO A EJERCICIOS DE LAMASERIA

En este parque de la Ciudad de México, D.F. ante mi vista tengo en estos momentos hermosos árboles, bellos prados, algunos niños que juegan bajo los ardientes rayos del sol. Hay algunas bancas en donde la gente se sienta a contemplar las bellezas de la naturaleza.

En instantes en que dicto este prólogo me vienen a la memoria muchas escenas, muchos dramas, pasajes extraordinarios de los antiguos tiempos, colegios iniciáticos, ermitas solitarias donde los anacoretas meditaban en silencio, arroyuelos cantarines que se precipitaban entre los lechos de roca, sibilas maravillosas de la Europa druida, ermitaños del Viejo Egipto de los faraones en los primeros tiempos, etc., etc., etc.

No hay duda, mis caros hermanos, que en los misterios de Eleusis, así como en los de Troya, Roma, Cartago, Egipto, etc., lo psíquico y lo físico marchaban en forma paralela, armónica, perfecta.

Recordad por un instante, por ejemplo, los misterios pitagóricos: entonces no era admitido aquel que no supiera matemáticas. Recordad a los derviches danzantes, a las runas magníficas, a las bellas danzas de la Antigua India, los movimientos rítmicos perfectos de los iniciados egipcios y veréis, mis caros hermanos, ese paralelismo extraordinario que siempre ha existido entre lo espiritual, lo anímico y lo físico.

Tenemos indudablemente un cuerpo de carne y hueso. Tal cuerpo posee una euritmia maravillosa y en el cerebro se encuentran muchos poderes latentes que deben ser despertados. Es indispensable aprender a manejar nuestro cuerpo, saber sacar de él, extraerle, sus más dulces melodías. Es importante hacerlo vibrar como una sinfonía entre el arpa milagrosa del infinito universo.

Absurdo es, mis caros hermanos, permitir que Jeropas (el tiempo) dañe este precioso vehículo, que se nos ha dado para nuestra propia realización íntima. En verdad, hermanos, os digo que nosotros los gnósticos tenemos métodos precisos para rejuvenecer el organismo y para curar todas las enfermedades. Es incuestionable que nosotros podemos aprender a auto-curarnos. Cada uno de nosotros puede convertirse en su propio médico, aprendiendo a curarse a sí mismo y sin necesidad de medicina, he ahí el más caro ideal.

Se hace urgente conservar este cuerpo en perfecta salud durante muchos años, a fin de disponer de este precioso vehículo para nuestra propia autorrealización íntima.

Aquí van los ejercicios necesarios para conservar la salud y alargar la vida. Aquí tenéis hermanos los métodos preciosos mediante los cuales vosotros, si estáis viejos, podréis reconquistar la juventud y si estáis jóvenes podréis prolongar tal juventud en forma indefinida.

Entended pues, leed con atención y practicad. De nada os sirve teorizar, hay que ir al grano, a los hechos. Esta es una obra eminentemente práctica y didáctica a la vez. La enseñanza se entrega en forma dialéctica, mas repito: No os contentéis únicamente con la información libresca, convertid la doctrina en hechos.

Se entregan también en esta obra enseñanzas para el despertar de la conciencia. Ha llegado la hora, el momento de despertar. ¿Por qué hemos de continuar dormidos? Los procedimientos que en esta obra estamos entregando a la humanidad son eficientes y absolutamente prácticos en un ciento por ciento.

Todos y cada uno de los hermanos, practicando la meditación en la forma como la hemos enseñado, podrán llegar algún día al samadhi.

Hoy, ya con los ejercicios prácticos y de didáctica precisa, cualquier aspirante sincero puede provocar el gran cambio, la transformación radical auténtica.

Ante todo, lo que se requiere de verdad es continuidad de propósitos; no basta practicar hoy y mañana olvidarnos, se hace necesario practicar y practicar intensamente durante toda la vida, hasta llegar a la meta, al triunfo verdadero.

Que la paz sea con la humanidad entera.

Samael Aun Weor

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