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Mensaje de Navidad 1959 – La Era de Acuario

Mensaje de Navidad 1959

Este Mensaje está dedicado al “Agla”

Amadísimos:

Hace 1958 años nació en un humilde pesebre de Belén nuestro Adorable Salvador que tanto nos ha amado. El Adorable parece una Madre angustiada buscando sus hijitos. El nos trajo la doctrina de salvación, y los seres humanos no han querido comprenderla.

Amadísimos: meditemos, oremos. Si vosotros queréis la Navidad del corazón tendréis que bajar a la novena esfera para trabajar con el fuego y el agua, origen de mundos, bestias, hombres y dioses. Con justa razón dijo HILARIUS IX: “Toda auténtica Iniciación Blanca comienza por allí”.

Necesitamos la Navidad del corazón; hay que bajar a la fragua encendida de Vulcano para decapitar al príncipe de este mundo con la espada flamígera de Perseo.

Amadísimos; recordad que la evolución incesante, no es sino un proceso de complicación de la vida. Nosotros necesitamos la revolución de la conciencia.

Cuando decapitamos y disolvemos al príncipe de este mundo entonces el  Cordero entra en el alma y se transforma en Ella. El se transforma en Ella y Ella se transforma en El. El se humaniza, Ella se Diviniza.  De esta mezcla maravillosa; de esta simbiosis divina y humana, deviene eso con que tanto acierto nuestro Adorable Salvador llama “El Hijo del hombre”. Esa es la revolución de la conciencia. Nosotros necesitamos levantar al Hijo del hombre dentro de nosotros mismos.

Por favor amadísimos, os ruego reflexionar un poco; todos vosotros habéis leído algo sobre los tres Guardianes del Umbral, es bueno que sepáis que esos tres Guardianes tenebrosos de la inmensa región constituyen eso que nuestro Adorable llamó “el príncipe de este mundo”. Ese es el Dragón negro de las tres cabezas.  He ahí a Coré, Dathan y Abiram (Estudiad todo el capítulo XVI, Números, del Antiguo Testamento). Recordad el versículo 13 del capítulo XVI del Apocalipsis:

“Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas”.

Estas palabras corresponden al versículo 13, al arcano 13, muerte.  Hay que decapitar y disolver al príncipe de este mundo para encarnar al Cordero, esa es la Navidad del corazón. Nuestros cuerpos astral, mental y causal están controlados por esos tres espíritus inmundos de que habla el Apocalipsis; esos tres demonios son el príncipe de este mundo, el yo psicológico, el ego, el mi mismo. Nosotros necesitamos decapitar a Satán, sólo así adviene la Navidad del corazón.

Cuando llega la muerte de todo ser humano, algo perdura, ese algo es el  pensamiento. Realmente el pensamiento del difunto perdura, y eso está ya demostrado;  todos esos deseos que tuvimos en la vida perduran, todos esos pensamientos del deseo perduran. El yo es un manojo de recuerdos; todos los deseos frustrados que tuvimos en la vida perduran; no mueren; el deseo que tuvimos de una casa, de una mujer, de posición social, de poder etc., etc., todo eso no muere, todo eso es del príncipe de este mundo, ese manojo de recuerdos, ese yo se reencarna para satisfacer sus deseos. El yo psicológico es el príncipe de este mundo.

El yo psicológico es memoria que perdura, memoria que se reencarna. Con  las experiencias de la vida ese yo se va volviendo cada vez más complicado y difícil. El hombre sencillo de hace unos cuantos millones de años a través de millones de vidas y de muertes, es hoy en día el hombre del cabaret, el hombre de la bomba atómica y de la bomba de hidrógeno. ¿Es eso perfección?  ¿Es eso santificación?  Esa es la evolución del yo, mis queridos hermanos; la evolución de la vida es únicamente un proceso de complicación del yo.

Nosotros necesitamos una revolución total. No vayamos tan lejos: poned a un niño y a un anciano frente a frente, comparadlos; ¿Cuál es más perfecto el niño o anciano? Conforme vamos pasando por las distintas etapas de la vida vamos ganando muchas experiencias que nos van llenando de astucia, malicia, desconfianza, etc., etc., el niño se transforma en el viejo malicioso, avaro, astuto, perverso, desconfiado, esa es la evolución. Nosotros necesitamos pasar por una revolución total de la conciencia, necesitamos decapitar y disolver el yo evolucionante; realmente os digo que al yo se decapita con la espada y se disuelve con la comprensión. Primero hay que decapitar al yo y luego hay que disolverlo.

En las escuelas de misterios Mayores se sabe que el yo jamás se disuelve sin haber pasado primero por la decapitación. Primero se decapita, luego se disuelve, si vosotros queréis decapitar al yo, forzosamente tenéis que bajar a la fragua encendida de Vulcano (el sexo) para cortar la cabeza de la medusa con la espada flamígera de Perseo. Si vosotros queréis disolver al yo, forzosamente necesitáis acabar todos vuestros defectos, necesitáis santificaros totalmente, hollar la senda del amor.

Aquellos que suponen que pueden decapitar al príncipe de este mundo sin necesidad de utilizar el arcano A. Z. F., realmente no conocen la orden sagrada del Tíbet. A los yoguis avanzados se les entrega en el Aryabarta Ashrama de labios a oído el  arcano A. Z. F. Esa orden está compuesta por 201 miembros, la plana mayor por 78 Brahmanes. Los yoguis que todavía son profanos aborrecen el sexo y suponen que pueden liberarse sin el arcano A. Z. F. Los yoguis tienen su esposa sacerdotisa. Distingamos entre yoguis profanos y yoguis iniciados. H. P. Blavatsky fue una gran  yoguina y después de haber recibido el arcano A. Z. F. en la orden sagrada del Tíbet, tuvo que casarse para entrar en los sagrados misterios.

Sólo en la fragua encendida de Vulcano (el sexo) recibimos la espada, sólo con la espada podemos decapitar al yo reencarnante.

Decapitad al yo, disolved al yo, para que encarnéis al Cordero. Esa es una revolución total, esa es la Navidad del Corazón. La doctrina secreta del Cristo es una revolución total.

Amadísimos: hoy, hace 1958 años, nació en un pesebre de Belén nuestro adorable Salvador que tanto nos ha amado; todavía los seres humanos no han querido comprender su doctrina.

PAZ INVERENCIAL

PAZ A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD, PAZ A VOSOTROS.

SAMAEL AUN WEOR

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