MATERIALIZACIONES PSÍQUICAS

1.- Cuando tenía siete años, en una ocasión soñé con una iglesia de un pueblecito donde cerca había un circo, ferias y puestos donde vendían cosas típicas del lugar; visualizaba todo claramente, a tal grado que hablaba con una señora que iba vestida de rojo; después me perdía entre las gentes y me iba. Cinco años después visité aquel pueblo y vi exactamente la escena que había soñado, pero no me di cuenta de ello, hasta que me habló la señora vestida de rojo; extrañándome que después de tanto tiempo me sucediera todo tal como lo había soñado.

Maestro, ¿Podría explicarme a qué se debe este tipo de fenómeno?

R.- Con el mayor placer voy a dar respuesta a esta pregunta. Permítaseme la libertad de hablar en forma muy sencilla debido a que este es un libro elemental para aspirantes a la Gnosis.

Es incuestionable que durante las horas del sueño, el Alma se escapa del cuerpo físico para transportarse a distintos lugares del mundo o del espacio infinito. Explicado esto será fácil entender que el caballero que hace la pregunta, fuera de su cuerpo denso, viajaba al lugar que varios años después reconoció ya físicamente. Es claro y resulta palmario y manifiesto que viviera con mucha anticipación el suceso que más tarde se convirtiera en realidad física. Esto significa que uno durante el sueño puede vivir acontecimientos antes de que estos sucedan.

No hay duda que la persona que reconociera después de varios años y en el lugar mencionado, ya había estado en contacto con él, precisamente, durante las horas mismas del sueño. Estas son cosas que todavía ignoran aquellas gentes que se dedican a la Parapsicología.

2.- Hace mucho tiempo me contaba una tía que, cuando era dueña de una tienda de abarrotes, una noche muy lluviosa llegó un señor muy misterioso, a lo cual no le veía la cara ya que traía un sombrero de ala muy ancha y venía cubierto por un abrigo negro de solapas muy grandes y levantadas. Dicho señor le pidió que le hiciera el favor de guardarle un pequeño cofre, ya que en ese momento no iba para su casa y estaba lloviendo, que él lo recogería al otro día por la mañana. Mi tía tomó el cofre y lo puso en la estantería de la tienda. Al salir nuevamente el misterioso señor, observó que no se veían los pies y que momentáneamente desaparecía como una sombra en la noche. Inmediatamente sintió un escalofrío y le dio la corazonada de que no era nada normal todo lo que le estaba aconteciendo.

Al día siguiente, les relató a otras personas tal suceso y dado que en un año y medio el tal señor no se presentó a recoger el cofre, dichas personas que sabían del caso, le recomendaron que lo abriera porque podía tratarse de un difunto. Así lo hizo y al abrirlo se dieron cuenta de que efectivamente contenía la osamenta de un muerto, pero en el fondo tenía una cantidad no despreciable de monedas de oro; dado el estado de nervios en que se encontraba ella, determinó regalar dicho cofre a otras personas, ya que no quería saber más del asunto. ¿Sería tan amable, Maestro, de explicarnos algo sobre este acontecimiento?

R.- Con el mayor gusto voy a dar explicación sobre este asunto. Ciertamente el personaje tan extrañamente vestido que en aquel lugar se presentara, era, fuera de toda duda un desencarnado, el fantasma de un difunto.

Resalta con plena claridad meridiana el hecho concreto de que el fantasma abandonó por un instante la Dimensión Desconocida para entrar en este mundo físico de tres dimensiones. Es incuestionable que tal fantasma le regaló ese cofre a la persona del relato. Lamentablemente la citada dama no fue capaz de comprender el hecho en sí mismo y, llena de pavor, regaló a otros lo que para sí misma había sido destinado. Vea usted lo que significa el miedo; tal señora hubiera podido mejorar su situación con tan bonita fortuna; desafortunadamente no supo aprovechar la bella oportunidad que se le presentara.

Resulta interesante comprender que dicho fantasma, además de materializarse en el mundo físico, pudo hacer lo que llamaríamos un aporte, pasando tal cofre del lugar donde se hallaba hasta ponerlo en manos de aquella señora. Este tipo de materializaciones son realmente sensacionales.

3.- Entonces Maestro, ¿no debe uno desaprovechar estas oportunidades cuando se presenten, a pesar de tener miedo?

R.- Distinguida dama, permítaseme decirle que el miedo es algo execrable: las naciones se arman por miedo, se lanzan a la guerra por miedo; los hombres se ponen pistola al cinto por miedo y asesinan por miedo. ¿Por qué temer? Todos tenemos que morirnos tarde o temprano. Lo mejor que hubiera podido hacer aquella señora del relato era devolver los huesos al panteón y aprovechar el dinero haciendo muchas obras de caridad y beneficiándose también a sí misma.

Distinguidos señores y señoras, en el mundo suceden muchos acontecimientos insólitos, extraños, metafísicos.

Alguien me contó algo sobre un caso muy interesante: cuentan que en una fiesta, cierta dama supo distinguirse por su inmensa alegría, pues obviamente destacaba entre todos los invitados por su carácter jovial y por su belleza física.

Muchos jóvenes danzaron con ella hasta las tres de la mañana, hora ésta en que la dama manifestó tener mucho frío; uno de sus admiradores le prestó una chamarra, chompa o chaqueta, para que se abrigara. Luego, como un cumplido caballero, se ofreció para acompañarla hasta su casa. La dama no declinó tal atención caballeresca y salió, pues, de la sala del festín.

En veloz automóvil, la dama acompañada por el joven que le ofreciera su compañía y por algunos otros varones amigos de este último, llegó hasta la puerta de su casa.

El personal de compañía se despidió de la susodicha dama al tiempo que ésta penetró en su morada.

Al día siguiente, el caballero dueño de la prenda de vestir prestada a la dama, junto con sus amigos, tocó a la puerta de aquella mansión con el evidente propósito de recuperar la prenda.

Una anciana abrió la puerta a tiempo que preguntara: “¿Qué desean ustedes, señores?” “Venimos” –dijo uno de los jóvenes– “por una chamarra que le presté anoche a la señorita fulana de tal.” “¡Oh!,” –dijo la anciana– “si ustedes quieren esa prenda de vestir deben ir a buscarla en el panteón; la hallarán sobre la tumba de mi nieta; ella fue la dama que con ustedes anoche bailó; hace muchos años murió.”

Los jóvenes alarmados se dirigieron ciertamente al panteón, buscaron el sepulcro de la dama y lo hallaron, y sobre este último encontraron la chamarra.

Vean ustedes, mis amigos, un caso extraordinario de materialización. Ante todo quiero que me escuchen la explicación; sólo así podrán entender cómo se produjo este fenómeno de tipo metafísico.

Quiero que sepan que al morir van al sepulcro tres cosas: primero, el cuerpo físico; segundo, el Fondo Vital de nuestro organismo, una especie de Doble Etérico que se va descomponiendo lentamente junto a la tumba; tercero, la personalidad. Esta última es energética, permanece en el sepulcro, pero a veces sale de él y hasta se da el lujo de andar por diversos lugares.

De acuerdo con el relato, creo que ustedes podrán entender que eso que se hizo visible en el baile, que ese fantasma que pidió prestada la prenda de vestir, era la personalidad de la muerta. Sólo así podemos explicarnos el motivo por el cual tal prenda fuera hallada precisamente sobre la fosa sepulcral.

4.- Bueno Maestro, ese fantasma era el Alma de la muerta, ¿cómo debo entender este fenómeno?

R.- Distinguida señorita, no se extrañe usted de lo que estoy diciendo; escúcheme con confianza, el Alma de la muerta no podría estar metida en un sepulcro; lo que se apareció fue la personalidad de la difunta, y esto ya es diferente. No hay duda de que la personalidad poco a poco se va desintegrando hasta desaparecer o aniquilarse. El Alma es algo distinto, es algo divino, que no puede ser encerrado dentro de un sepulcro.

5.- Muy interesante nos parecen estos relatos, Maestro; nos gustaría que nos contara algún otro suceso de apariciones de ultratumba.

R.- Con el mayor placer voy a relatar a la honorable concurrencia otro caso, por cierto, muy interesante.

Esta vez se trata de una dama que tomó un taxi a la medianoche en la ciudad de Guatemala; al preguntarle el chófer sobre el domicilio a donde debería llevarla, ésta le dio ciertas señas que vinieron a coincidir ciertamente con el panteón de la ciudad. Un poco extrañado el chófer, dejó a la dama exactamente en la puerta funeral, no sin antes exigirle el correspondiente pago, valor del transporte.

La señora aquella le manifestó que en ese instante no tenía dinero, pero que le daba una prenda de oro con la cual garantizaba el pago; después le rogó que al día siguiente fuese a su casa situada en la calle tal, número tal, etc., etc., que tocara en aquella casa y que entregara la cadena a su mamá reclamando el dinero, valor del pasaje.

Un poco confundido, aquél chófer se alejó de la puerta funeral, y al otro día muy de mañana, llegó a la casa indicada por la dama, de la que salió una señora de avanzada edad, preguntándole qué deseaba.

El chófer, sacando la cadenita de entre la bolsa donde la llevaba, la mostró a la señora, contándole el caso y rogándole le entregara el dinero, valor del pasaje de su hija fulana de tal.

Al ver aquella cadena de oro con su hermoso medallón, la anciana madre reconoció la prenda de oro con que fuera enterrada su hija muerta hacía algún tiempo. Es obvio que la anciana palideció llena de infinito terror.

Después invitó al chófer a penetrar en su domicilio con el propósito de que tratara de identificar a su hija: para tal efecto le enseñó una fotografía ampliada que bellamente enmarcada se hallara en la sala. Es ostensible que el chófer la reconoció de inmediato. No hay duda que esta madre quedó en un estado de confusión espantoso y hasta se dice que el chófer más tarde la volvió a ver en otra parte de la ciudad.

Este es otro caso de materialización de la personalidad o expersonalidad de un difunto. En los antiguos tiempos había más comprensión de las gentes; entonces se enterraba a los difuntos junto con todas sus pertenencias, incluyendo comidas, bebidas y otras clases de enseres con las que el difunto estaba familiarizado en vida.

Así es como la personalidad del difunto se siente en su ambiente, como si estuviera en su casa.

Debemos tener caridad por los muertos y entender también con amor a esas sombras del panteón; debemos llevarles flores, amor, oraciones y también aquellos alimentos que en vida solían comer. Nosotros aquí en México damos el ejemplo el día de los muertos, el 2 de noviembre, poniendo sobre los sepulcros los alimentos y bebidas que a ellos tanto les gustaran; ojalá muchas gentes de otros países sigan este ejemplo.

Samael Aun Weor

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