LA ANUNCIACIÓN

Al sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret”.

“A una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la Casa de David; y el nombre de la virgen era María”.

“Y entrando el ángel a donde estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida!, El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”.

“Mas ella, cuando le vio, se turbó de sus palabras, y pensaba que salutación fuese esta”.

Entonces el ángel le dijo: “María no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús”. (Vers. 26, 27, 28, 29, 30, 31 – Cáp. 1 – San Lucas)

“Empero María, protestó en su corazón porque era casta, y dijo al ángel:

¿Cómo será esto? Porque no conozco varón”.

Y respondiendo el ángel, le dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo le dará sombra, por lo cual también lo santo que nacerá será llamado hijo de Dios”. (Vers. 34 y 35 – Cáp. 1 – San Lucas)

“Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor. Hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel partió de ella.”

“En aquellos días levantándose María, fue a la montaña con prisa, a una ciudad de Judá.

Y entró en casa de Zacarías y saludó a Elizabeth.”

“Y aconteció que como oyó Elizabeth la salutación de María, la criatura saltó en su vientre y Elizabeth fue llena de Espíritu Santo.”

“Y exclamó a gran voz y dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”.

¿Y de donde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?

Porque he aquí, como llegó la voz de salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.

“Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas por parte del Señor”

Entonces María dijo:

“Engrandece mi alma al Señor”

“Y mi espíritu se alegró en Dios mi salvador” “Porque ha mirado a la bajeza de su criada”

“Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”

“Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso y Santo en su nombre” “Y su misericordia de generación a generación a los que temen”

“Hizo valentía con su brazo. Esparció los soberbios del pensamiento de su corazón”

“Quitó a los poderosos de los tronos, y levantó a los humildes” “A los hambrientos hinchó de bienes, y a los ricos envió vacíos” “Recibió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia”

“Como habló a nuestros padres, a Abraham y a su simiente para siempre”

Y se quedó María con ella como tres meses, después se volvió a su casa. (Vers. Del 39 al 56 – Cáp. 1 – San Lucas)

En los tiempos antiguos toda la especie humana concebía sus hijos por obra y gracia del Espíritu Santo; y entonces no existía el dolor en el parto.

El Espíritu Santo enviaba a sus santos ángeles, para que estos juntasen a hombres y mujeres dentro de los grandes patios de los templos.

El acto sexual era dirigido por ángeles, y éste era un Sacramento que sólo se verificaba en los templos para engendrar cuerpos para las almas que necesitaban venir al mundo.

Entonces el dolor en el parto no existía, las mujeres parían sus hijos sin dolor porque los concebían por obra y gracia del Espíritu Santo.

Pero cuando la humanidad desobedeció a los ángeles, entonces pecó contra el Espíritu Santo y éste dijo a la mujer: “parirás tus hijos con dolor”; y al varón: “trabajarás con el sudor de tu frente para sostener a tu mujer y a tus hijos”.

Adán eran todos los hombres de los antiguos tiempos y Eva todas las mujeres de los antiguos tiempos.

María había venido siguiendo el sendero de la castidad y de la santidad, y por ello se sorprendió cuando el ángel le anunció que concebiría un hijo.

Ella nos enseñó con su ejemplo el sendero de la castidad.

Hoy en día el matrimonio se ha convertido en una licencia para fornicar. Los hombres y mujeres se multiplican por puro placer animal, sin importarles un ápice el Espíritu Santo.

Toda unión sexual que se verifica sin permiso del Espíritu Santo es fornicación. Pero esto no lo quieren entender los seres humanos de esta época porque se alejaron de la vieja doctrina que conoció la Virgen María, madre de Jesús y que predicó el Cristo sobre los muros invictos de Sión.

Todos los sabios del pasado engendraron sus hijos por obra y gracia del Espíritu Santo. Zacarías se sorprendió cuando el ángel le anunció el nacimiento de Juan el Bautista.

Juan también fue engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo y fue un ángel quien anunció a Zacarías que su mujer ya anciana concebiría un hijo. Veamos los siguientes versículos bíblicos.

“Y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su vez.

“Conforme a la costumbre del sacerdocio, salió en suerte a poner el incienso, entrando en el templo del Señor”

“Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso” “Y se turbó Zacarías viéndole, y cayó temor sobre él”

“Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elizabeth te parirá un hijo, y le llamarás su nombre Juan”

“Y tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento”

“Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo, aún desde el seno de su madre”.

(Vers. Del 8 al 15 – Cáp. 1 – San Lucas)

Todos los grandes santos y sabios de los antiguos tiempos nacieron por obra y gracia del Espíritu Santo.

Todo matrimonio recto y justo debe concebir por obra y gracia del Espíritu Santo.

Aquellos esposos que quieran ser verdaderamente cristianos, deben orar al Espíritu Santo pidiéndole la Anunciación.

Y el ángel de Dios aparecerá en sueños a los esposos y les anunciará el día y la hora que deben verificar la conexión sexual.

Y así, todo hijo será bello y puro desde su nacimiento, porque es concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.

Hay que dominar las pasiones carnales y cultivar la pureza y la santidad del matrimonio.

“Honroso es a todos el matrimonio y el lecho sin mancilla, pero a los fornicarios y adúlteros juzgará Dios”. (Vers. 4, Cáp. 12 – Hebreos)

“Que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura”. (Vers. 16, Cáp. 12 – Hebreos)

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