KLINGSOR EL MAGO NEGRO

 En el rincón exótico del valle acogedor, muy cerca de la tierra sagrada de los Mahometanos, dicen las leyendas que vivió KLINGSOR, el mago malo, en terrible soledad…

Ignoro ciertamente -dice el viejo Titurel-, cuáles fueran sus pecados, pero él allí quiso ser penitente y santo.

Equivocado sincero y lleno de buenas intenciones, impotente para acabar con la lujuria, empuñó el cuchillo asesino y se castró, capó o mutiló espantosamente.

Cuenta el piadoso héroe Titurel, quien conociera muy bien a Klingsor y sus tenebrosas artes, que el infeliz penitente del mal extendió luego sus ensangrentadas manos suplicantes hacia el Grial; pero es obvio que fue entonces rechazado con indignación por el guardián.

¿Sentirse repudiado por los caballeros del Santo Grial? ¿y después de haberse mutilado con el “sano” propósito de eliminar las pasiones animales? ¡Qué horror! ¡Dios mío!…

En el furor de su terrible y doloroso despecho imposible de describir con palabras, buscó el eunuco de las tinieblas el arma de venganza y es incuestionable que la encontró. 

Titurel, la voz del pasado, dice que el tenebroso transformó entonces aquel yermo de penitente frustrado, en un jardín hechicero de voluptuosos deleites sexuales y que en él vivieron hermosas mujeres exquisitamente malignas.

Allí en secreto, en la mansión de las delicias, -dice el anciano rey Titurel-, aguarda el mago malo a los caballeros del Grial para arrastrarlos delicadamente a la lujuria y a las penas infernales…

Aquél que se deja seducir, es su víctima, dice el viejo monarca, y a muchos de los nuestros logró llevar al camino de perdición.

Al llegar a esta parte de nuestro presente capítulo, me viene a la memoria aquel hermoso poema de Don Ramón del Valle Inclán:

ROSA DEL PECADO

¡El gato que runfla! ¡La puerta que cruje! 

¡La gotera glo-glo-glo! 

¡Solos en la casa! A la puerta ruge la bestia abortada cuando nací yo.

¡La noche de Octubre!

 Dicen que de Luna,

con un viento recio y saltos de mar: bajo sus estrellas se alzó mi fortuna, mar y vientos recios me vieron llegar.

¡La Noche de Octubre! ¡Mi muerte anunciada! ¡Noche mía, abierta entre tierra y sol! Revistióse el mago la veste estelada, desnudo un gigante, sopló el caracol. La bestia a la puerta brama estremecida, en sus ojos queda la noche otoñal y lejana, aquella noche de mi vida, con sus dos caminos. ¡Y seguí el del mal!

¡Me llamó tu carne, rosa del pecado! Solos en la casa, desvelado yo, la Noche de Octubre, el mar levantado…

¡La gotera glo-glo-glo!

Samael Aun Weor

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