HIMNO DEL GRIAL

De regreso ya del baño tan delicioso y agradable, se ve pasar la litera del rey rumbo al castillo de Montsalvat.

El venerable anciano Gurnemanz se une al cortejo invitando bondadoso, para el festín sagrado, al mancebo.

Es necesario que el muchacho también reciba los beneficios del Grial…

“Apenas marchamos y siento, sin embargo, que he andado ya lejos”, dice Parsifal.

El viejo encanecido en la sabiduría respóndele con gran acierto: “Ya lo ves, hijo mío: El tiempo es aquí espacio”…

El tiempo en sí mismo es la cuarta dimensión, eso es ostensible…

La cuarta coordenada resúmese en dos aspectos totalmente definidos: el temporal y el espacial.

Es incuestionable que el aspecto cronométrico de la cuarta dimensión viene a ser tan sólo la superficie.

Es indubitable que el aspecto espacial de la cuarta vertical está en el fondo…

Dentro del mundo tridimensional en que vivimos existe siempre una cuarta vertical y ésta en sí misma es el tiempo.

En la eternidad no hay tiempo…

Es claro que lo eternal viene a ser la quinta dimensión, tú o sabes…

En la eternidad todo se procesa dentro del eterno ahora…

¿Habéis oído hablar de eso que está más allá del tiempo y de a eternidad? Es claro que existe la sexta dimensión…

¿Y que diremos de la dimensión cero desconocida? ¿Espíritu puro? ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!…

El viejo Gurnemanz con esa sabiduría blanqueada por el tiempo, lo entendía todo y sabiamente conducía al hijo de Herzeleide hasta el Santo Grial…

La escena va transformándose lentamente a medida que el viejo Maestro y su joven discípulo avanzan.

Ya dejan abajo el bosque solitario, y entre ambos escalan pacientemente la monstruosa mole de granito.

Poco a poco se van oyendo cada vez mejor la suave llamada de las trompetas y el augusto toque de las campanas del templo…

Finalmente llegan Maestro y discípulo a un precioso salón, cuya cúpula majestuosa se pierde en la altura…

Parsifal enmudece extasiado ante tan divina magnificencia imposible de describir con palabras…

En el fondo se abren dos anchas puertas llenas de gloria por donde entran los caballeros del Grial…

Los varones de la luz se van colocando ordenadamente ante dos largas mesas enmanteladas, paralelas, entre las que queda en medio un espacio libre.

En las mesas de la dicha hay cálices o copas, pero no manjares deliciosos.

Por otra parte aparecen valientes escuderos y hermanos de servicio humilde que traen al rey Amfortas en su litera, y ante él, algunos niños puros cual los ángeles de sonrosada faz…

Estas criaturas traen un arca cubierta con tela purpúrea, dentro de la cual se esconden los misterios del sexo.

La sublime comitiva coloca al rey Amfortas en un lecho del fondo, bajo un dosel y sobre la mesa de mármol que está delante del arca sagrada…

La congregación de la luz entona así… dichosa, desde los diversos lugares del templo, el himno del Grial, que dice:

“Día por día, dispuesto para la última cena del Amor Divino, el festín será renovado, cual si por última vez hubiese hoy de consolarle para quien se haya complacido en las buenas obras. Acerquémonos al ágape para recibir los dones augustos”.

“Así como entre dolores infinitos corrió un día la sangre que redimió al mundo, sea mi sangre derramada con corazón gozoso por la causa del Héroe Salvador. En nosotros vive, por su muerte, el cuerpo que ofreció para nuestra salvación”…

Viva por siempre nuestra fe, pues que sobre nosotros se cierne la paloma, propicia mensajera del Redentor. Comed del pan de la vida y bebed del vino que para nosotros manó”…

Samael Aun Weor

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