El Origen del Yo

Introducción

En los antiguos tiempos, debido a cierta equivocación de algunos individuos sagrados, la humanidad desarrolló el lado negativo del centro sexual, el aspecto Luciférico tenebroso. Es urgente saber que el desastroso resultado del abominable órgano Kundartiguador quedó depositado en los cinco cilindros de la máquina humana.

Todos esos prodigiosos fenómenos mágicos de la antigua arcadia, todos esos milagros de la tierra primigenia en que los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel, no han concluido, siguen sucediéndose de instante en instante, si no son perceptibles en estos momentos para nuestros sentidos se debe a un solo motivo, estamos en estado de hipnosis, dormidos.

Mucho se ha dicho sobre el abominable órgano Kundartiguador, órgano fatal que la humanidad tuvo en los antiguos tiempos, no se ha perdido del todo, bien sabemos que aún existe un residuo óseo en la parte inferior de la espina dorsal, tal residuo pertenece al abominable órgano Kundartiguador y posee, entre otras cosas, un poder hipnótico formidable. Esa corriente hipnótica general, colectiva, es fascinante.

Mediante los mecanismos de la fantasía justificamos siempre nuestras peores infamias, eludimos responsabilidades, buscamos escapatorias, nos auto-consideramos, nos auto-calificamos de la mejor manera, nos creemos justos y perfectos.

La culebra abismal del deseo y la fantasía trabaja de acuerdo con los intereses de la naturaleza y nos mantiene sumidos en el estado de trance hipnótico profundo. Estamos metidos entre los horribles anillos de la gran serpiente, pero nos creemos libres.

EL ORIGEN DEL YO PLURALIZADO

“Mi doctrina no es mía, sino de aquél que me ha enviado.” Escuchadme: estudiad a fondo con la mente y el corazón los siguientes párrafos, meditad profundamente su contenido.

Los Elohim (dioses santos) produjeron de sí mismos (por modificación) al hombre, a imagen suya; ellos lo crearon (a la humanidad colectiva o Adam), varón y hembra él (la deidad colectiva) los creó.

La raza protoplasmática de la isla sagrada ubicada en el septentrión fue en verdad, su primera producción, una tremenda modificación de y por ellos mismos, las puras existencias espirituales, he aquí a Adam solus.

De esa primieval raza polar provino la segunda raza: Adam-Eva o Iod-Heva, gente hiperbórea, andróginos inactivos.

De los hiperbóreos provino, siempre por modificación, la tercera raza, la gente Lemur, el hermafrodita separador Caín y Abel, que vivió en el gigantesco continente Mu o Lemuria, como se llamó más tarde, situado en el océano pacífico. Esta tercera raza, la última semi-espiritual, fue también el final vehículo del esoterismo innato, instintivo, puro virginal, ingénito de los Enochs, los iluminados de aquella humanidad.

El hermafrodita separador, Caín y abel produjo la cuarta raza: Seth-Enos, que vivió en el continente Atlántico otrora situado en el océano que lleva su nombre.

De la gente Atlante proviene nuestra actual quinta raza aria que mora perversa en los cinco continentes del mundo.

Cada una de las cuatro razas precedentes pereció a través de gigantescos cataclismos y nuestra quinta raza no será una excepción. Se nos ha dicho que en el remoto futuro existirán sobre la faz de la tierra dos razas más, y es obvio que cada una de ella tendrá su propio escenario.

La unidad bisexual primitiva de la tercera raza humana es un axioma de la sabiduría antigua. Sus individuos vírgenes se elevaron al rango de dioses porque aquella gente representaba, de hecho, a su divina dinastía.

La separación de sexos opuestos se realizó, ciertamente, a través de varios millares de años y fue un hecho consumado a finales de la raza Lemur.

Hablemos ahora del edén, de esas tierras jinas paradisiacas a los cuales tenían acceso continuo los individuos sagrados de la Lemuria, en aquellos tiempos en que los ríos de agua pura de vida manaban leche y miel.

Esa era la época de los titanes, entonces no existía ni lo mío ni lo tuyo y cada cual podía coger del árbol del vecino sin temor alguno. Esa era la época de la arcadía en la que se le rendía culto a los dioses del fuego, del aire, del agua y de la tierra. Esa era la edad de oro, cuando todavía la lira no había caído sobre el pavimento del templo hecha pedazos.

Entonces sólo se hablaba en el orto purismo de la divina lengua cósmica, que como un río de oro corre bajo la selva espesa del sol.

En aquella edad la gente era muy simple y sencilla y, como todavía no había nacido el yo pluralizado, se rendía culto a los dioses del maíz tiernito y a las criaturas inefables de los ríos y de los bosques.

Yo conocí la raza Lemúrica hermafrodita. Me vienen en estos instantes a la memoria aquellos terribles volcanes en erupción constante. ¡Que tiempos! Todos nosotros los iniciados usábamos normalmente cierta vestidura sacerdotal muy común; aquellas vestiduras sacras sacerdotales resultaban espléndidas con los colores blanco y negro que simbolizaban a la lucha tremenda entre el espíritu y la materia.

Eran dignos de mirarse y de verse aquellos gigantes lémures con sus nobles vestiduras y aquellas sandalias que ostentaban grandes borlas.

En el entrecejo de aquellos colosos resaltaba la glándula pituitaria, el sexto sentido, portaluz y paje de la glándula Pineal.

Entonces la vida de cualquier individuo tenía un promedio de doce a quince siglos.

Y se levantaron gigantescas ciudades protegidas con enormes piedras formadas con lava de volcanes.

Conocí también los últimos tiempos de la tercera raza y viví en aquella época citada por el génesis, esa antigua edad en que Adam y Eva fueron arrojados del edén.

Por esos tiempos ya la humanidad se había dividido en sexos opuestos; el acto sexual fue entonces un sacramento que sólo se podía realizar dentro de los templos.

En determinadas épocas lunares las tribus lémures realizaban largos viajes, salían en peregrinaciones rumbo a los santos lugares con el propósito de multiplicar la especie (recordemos los viajes de luna de miel.)

Los lémures éramos todos hijos de la voluntad. Los monarcas, el rey y la reina, se unían sexualmente en el mismo altar del templo, las multitudes realizaban la cópula dentro del sagrado recinto y en los empedrados patios llenos de misteriosos jeroglíficos.

Los dioses santos dirigían sabiamente aquellas místicas ceremonias, indispensables para la reproducción de la especie humana, entonces nadie pesaba en porquerías por que aún no había nacido el yo pluralizado.

Yo vivía en el campo con mi tribu, lejos de las amuralladas ciudades ciclópeas; morábamos en una gran choza, rancho o cabaña. Recuerdo con entera claridad que cerca de nuestra redondeada residencia con techo de palma había un cuartel; los guerreros de la tribu se reunían ahí.

Cierta noche sucedió que todos nosotros, fascinados por un extraño poder luciferino, decidimos realizar el acto sexual fuera del templo; cada pareja se entrego a la lujuria.

Muy de mañana, como si nada hubiera sucedido, tuvimos el descaro la desvergüenza, la insolencia, el atrevimiento de presentarnos como siempre en el templo; entonces sucedió algo insólito, terrible: vimos todos a un dios de justicia, a un gran maestro vestido con albas e inmaculadas vestiduras sacerdotales que, amenazándonos con una espada encendida que se removía para todos lados, nos dijo: “¡fuera indignos! Es claro que huimos entonces aterrorizados.

Es obvio que este acontecimiento se repitió en todos los rincones del enorme continente Mu; así fue como la humanidad adam-eva fue sacada del huerto del edén.

Después de este acontecimiento registrado en todos los génesis, religiosos sucedieron epílogos horripilantes: millones de criaturas humanas mezclando magia y fornicación, desarrollaron el abominable órgano Kundartiguador.

Cabe mencionar oportunamente citar aquí a kalayoni, el rey de las serpientes, el mago negro guardador del templo de kali, la antítesis fatal de la eterna Madre espacio.

Krishna vio salir al conjuro mágico de kalayoni, un largo reptil azul-verdoso. La serpiente fatal enderezó lentamente su cuerpo, erizó horrísona su rojiza melena, y sus ojos penetrantes fulguraron en su cabeza de monstruo de conchas relucientes.

“O la adoras o perecerás” -le dice el mago negro-. La serpiente murió a manos de Krisna.

Después que Krishna dio muerte heroicamente a la gran serpiente guardadora del templo de kali, la diosa del deseo, madre de cupido, hizo abluciones y oraciones durante un mes a orillas del Ganges.

Esa víbora de kali es la serpiente tentadora del edén, la horrible serpiente pitón que se arrastraba por el lodo de la tierra y a la que Apolo irritado hirió con sus dardos.

Es indispensable saber que dicha culebra siniestra es, fuera de toda duda, la cola de Satán, el abominable órgano Kundartiguador.

Cuando los dioses intervinieron eliminando de la especie humana al citado órgano fatal, quedaron dentro de los cinco cilindros de la maquina humana (intelecto, emoción, movimiento instinto y sexo) las pésimas consecuencias de la cola de Satán.

Es obvio que dichas malas consecuencias del abominable órgano Kundartiguador constituyen eso que se llama ego, yo pluralizado, mí mismo; conjunto tenebroso de entidades perversas que personifican todos nuestros defectos psicológicos.

El yo pluralizado es, pues, fohat lunar negativo, luciférico, granulado. La cristalización fohática satánica constituye eso que se llama ego.

EL ORIGEN DEL EGO Y EL ÓRGANO KUNDARTIGUADOR

Dentro del hombre existe un rayo divino. Ese rayo quiere volver a su estrella interior que siempre le ha sonreído. La estrella que guía nuestro interior es un átomo superdivino del espacio abstracto absoluto. Esa estrella resplandece llena de gloria en el seno profundo de lo inmanifestado, el eterno padre siempre obscuro, luz increada.

La Estrella que guía nuestro interior envío su rayo al mundo para hacer conciencia de su propia felicidad. La felicidad sin conciencia de su propia felicidad, no es felicidad.

La esencia anímica es la expresión humana de ese rayo. El rayo tuvo conciencia mineral, vegetal y animal. Cuando el rayo encarnó en cuerpo humano, despertó como hombre, entonces el rayo pudo haber regresado a la estrella que guía su interior.

Desgraciadamente, entre el seno profundo de la vorágine de la espesa selva, el deseo hizo nacer al yo; las fuerzas instintivas atraparon la mente inocente del hombre y surgió la falsa mirada del deseo.

Entonces el yo siguió retornando para satisfacer sus deseos. Así quedamos sometidos a la mecánica de la evolución e involución, así como a la recurrencia y al karma.

Las experiencias y el dolor complicaron al yo. La evolución es un proceso de complicación de la energía, el yo se robusteció y complicó con las experiencias. Ahora ya es tarde, millones de personas se convirtieron en monstruosos demonios. Sólo una tremenda revolución puede salvarnos del abismo. Cuando hay revolución total, entonces se disuelve el yo.

El ser humano puede dejar de sufrir cuando sea capaz de disolver el yo. El dolor es el resultado de nuestras malas obras, transmutad el fuego del deseo en la luz del amor.

Nadie puede ser feliz hasta que llegue a su estrella interior. El espacio abstracto absoluto es suprema paz y felicidad absoluta.

Han transcurrido muchísimos millones de años evolucionando e involucionando lentamente desde la noche aterradora del pasado y todavía el ser humano no sabe quién es, ni de dónde viene, ni hacia dónde va.

Un sopor de muchos siglos pesa sobre los antiguos misterios y el verbo aguarda en el fondo del arca el instante de ser realizado.

Tras de la tradición edénica, tras el drama del pecado original, hay desideratos cósmicos terribles, procesos que espantan y horrorizan. Y hoy como ayer, estamos enfrentados ante nuestro propio destino. Estamos ante el dilema del ser de la filosofía.

Mucho se ha hablado de la serpiente sagrada, hoy sin embargo vamos a hablar claramente sobre el órgano Kundartiguador.

Dioses y Devas, Avataras y profetas, han luchado desde hace millones de años para acabar con las consecuencias del órgano Kundartiguador.

Es necesario saber que dicho órgano es el fuego interno desarrollado negativamente; la serpiente bajando, precipitándose desde el coxis hacia los infiernos atómicos del hombre.

El órgano Kundartiguador es la horrorosa cola de Satán en el cuerpo de deseos de ese animal intelectual falsamente llamado hombre.

En tiempos remotos, allá por la época de la tercera raza raíz, la corteza geológica del mundo no tenía estabilidad permanente. La configuración continental del planeta era diferente. Erupciones volcánicas e incesantes terremotos convulsionaban aquel arcaico continente conocido en las tradiciones como Mu o Lemuria.

En aquella antigua edad, comenzaba el instinto humano a desarrollarse en razón objetiva. La raza Lemúrica empezaba a adivinar los motivos de su existencia en relación a la economía planetaria. La humanidad en su conjunto es un órgano de la naturaleza, un órgano que recoge y asimila las energías cósmicas necesarias para la marcha del organismo planetario.

Cuando algún rebelde se levanta en armas contra la naturaleza, cuando quiere dejar de ser máquina, los tenebrosos poderes lo combaten a muerte y raros son aquellos capaces de liberarse de la mecánica de la naturaleza y del cosmos.

Muchos son los llamados y pocos los escogidos. Solo unos pocos logran vencer a la naturaleza y sentarse en el trono del poder para gobernarla.

Aquellos seres inocentes que todavía no conocían el bien y el mal comenzaban a percibir todo este drama, en medio de un mundo convulsivo e inestable.

La comisión sagrada de seres regentes de la evolución planetaria resolvió tomar medidas cósmicas drásticas para evitar la desilusión total del género humano y hasta suicidios en masa. Los grandes desideratos cósmicos están detrás de adán y Eva. La sagrada comisión está oculta tras el drama y el escenario edénico.

Como quiera que la máquina humana transforma automáticamente las energías cósmicas para retransmitirlas a las capas interiores del organismo planetario, cualquier alteración que se opere en tales máquinas produce modificaciones substanciales de energías que al ser retransmitidas a las capas interiores de nuestro mundo ya así modificadas, pueden influir sobre la estabilidad de la corteza geológica.

De este modo los dioses resolvieron inducir intensos progresos sensualistas en los seres humanos dando libertad a las fuerzas instintivas luciféricas latentes en los trasfondos de la psiquis. La humanidad estaba suficientemente madura y era hora que conociese el bien y el mal. El ser humano fue embriagado por la tentadora serpiente del deseo.

El resultado fue el desarrollo negativo del fuego interior, que llego a cristalizar precipitándose desde el coxis hacia los abismos atómicos del ser humano. La cola de Satán.

Tal órgano o apéndice ayudó a captar preponderantemente energías mecánicas lunares que ayudaron a estabilizar la corteza terrestre. Más adelante en el tiempo, los seres divinos eliminaron el órgano Kundartiguador en la raza humana. El ser humano se había ilusionado con las bellezas de este mundo, pero no pudieron salvarlo de las malas consecuencias de la prolongada acción del órgano Kundartiguador.

Realmente las fatales consecuencias de dicho órgano se convirtieron en hábitos, costumbres y tendencias equivocadas personificadas en agregados psicológicos que al irse al fondo interno de nuestra psiquis se convirtieron en el subconsciente.

Muchas amarguras han pasado desde entonces todos los Buddhas, salvadores, enviados divinos y guías de la humanidad para librar a ésta de las desastrosas consecuencias del órgano Kundartiguador.

Escuchadme hermanos gnósticos: comprended que sólo con los tres factores de la revolución de la conciencia podéis acabar con las nefasta consecuencias del órgano Kundartiguador. Estos tres factores son:

  1. a) Muerte del yo pluralizado.
  2.   b) Nacimiento del ser en nosotros.
  3.   c) Sacrificio por la humanidad.

El yo muere a base de rigurosa comprensión consciente. El ser nace en nosotros mediante la transmutación de las energías creadoras. Sacrificio por la humanidad es caridad y amor bien entendido.

DISOLUCIÓN DEL YO

Es necesario comprendáis a fondo la necesidad de disolver el yo. Quien no trabaja en la disolución del yo, en cada existencia se va degenerando más y más.

Es necesario comprender la necesidad de trabajar con los tres factores de la revolución de la conciencia, si es que realmente queremos la autorrealizacion de fondo. Si excluimos cualquier factor de la revolución de la conciencia, el resultado es el fracaso.

Nacer, morir, sacrificarnos por la humanidad, he ahí los tres factores básicos de la revolución de la conciencia. Disolución del yo, transmutación de las energías creadoras, amor desinteresado, este es el triple sendero de la vida recta.

Algunos hermanos gnósticos nos han escrito pidiéndonos una didáctica para la disolución del yo. La mejor didáctica para la disolución del yo se halla en la vida práctica. Intensamente vivida. La convivencia es un espejo maravilloso donde el yo se puede contemplar de cuerpo entero, la relación con nuestros semejantes permite que los defectos escondidos en el fondo del subconsciente afloren espontáneamente, surgen por que el subconsciente nos traiciona, y si estamos en alerta percepción los vemos tal cual son en sí mismos.

La mejor alegría para el estudiante definido esta en el descubrimiento de sus defectos. Defecto descubierto, puede ser comprendido y eliminado. Cuando descubrimos algún defecto, debemos verlo en escena como quien está viendo cine, pero sin justificar ni condenar.

No es suficiente comprender intelectualmente el defecto descubierto; se hace necesario sumergirnos en profunda meditación interior para atrapar el defecto en los otros niveles de la mente.

La mente tiene muchos niveles y profundidades y mientras no hayamos comprendido un defecto en todos los niveles de la mente, éste continúa existiendo como demonio tentador en el fondo de nuestro subconsciente.

Cuando un defecto es íntegramente comprendido en todos los niveles de la mente, puede ser eliminado apelando al aspecto femenino de nuestro ser. El poder flamígero de Dios-Madre reduce a polvareda cósmica las falsas creaciones que atormentan nuestra psiquis y personifican nuestros propios defectos.

Así es como vamos muriendo de instante en instante. Así es como vamos estableciendo dentro de nosotros un centro de conciencia permanente.

Dentro de todo ser humano que no se halle en último estado de degeneración, existe el Buddhata, el principio Búddhico interior, el material psíquico o materia prima para fabricar eso que se llama alma.

El yo pluralizado gasta torpemente dicho material psíquico en explosiones atómicas absurdas de envidia, codicia, odios, celos, fornicaciones, apegos, vanidades, etc.

El yo pluralizado va muriendo de instante en instante, el material psíquico se va acumulando dentro de nosotros mismo, convirtiéndose en un centro permanente de conciencia. Así es como vamos individualizándonos poco a poco. Desegoitizándonos nos individualizamos para posteriormente sobreindividualizarnos.

El trabajo de disolución del yo es algo muy serio. Necesitamos estudiarnos a sí mismos profundamente en todos los niveles de la mente. El yo es tiempo, el yo es memoria, el yo es un libro de muchos tomos.

Necesitamos estudiar nuestros pensamientos, emociones, acciones de instante en instante sin justificar ni condenar. Necesitamos comprender íntegramente en todas las profundidades de la mente todos y cada uno de nuestros defectos.

El yo pluralizado es la causa del subconsciente. Cuando disolvemos el yo, el subconsciente se convierte en consciente. Necesitamos convertir el subconsciente en consciente y eso sólo es posible logrando la aniquilación del yo.

Cuando el consciente pasa a ocupar el puesto del subconsciente gradualmente, vamos adquiriendo eso que se llama conciencia contínua. Quien goza de conciencia continua vive en todo instante consciente, no sólo en el mundo físico sino también en los mundos superiores.

La humanidad actual es subconsciente en un noventa y siete por ciento, y por ello duerme profundamente no solamente en el mundo físico sino también en los mundos suprasensibles durante el sueño del cuerpo físico y después de la muere.

Necesitamos la muerte del yo, necesitamos morir de instante en instante, aquí y ahora, no solamente en el mundo físico, sino también en todos los niveles de la mente cósmica.

Debemos ser despiadados para con nosotros mismos y hacerle la disección al yo con el tremendo bisturí de la autocrítica. sólo así puede nacer el maestro en el interior de cada uno de nosotros.

Puedes descargar la conferencia El origen del yo en word, verla en video, o escucharla en el Podcast GRATIS, o vea las láminas de presentación powerpoint aquí:

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