LA SEGUNDA JOYA DEL DRAGÓN AMARILLO

Es claro que nos toca irnos independizando cada vez más y más de la mente. La mente ciertamente, es un calabozo, una cárcel donde todos estamos prisioneros. Necesitamos evadirnos de esa cárcel si es que realmente queremos saber qué cosa es libertad, esa libertad que no es del tiempo, esa libertad que no es de la mente.

Ante todo, debemos considerar a la mente como algo que no es del Ser. La gente, desafortunadamente, está muy identificada con la mente, dice: “¡Estoy pensando!” (se siente siendo mente).

Hay escuelas que se dedican a fortificar la mente. Dan cursos por correspondencia, enseñan a desarrollar la fuerza mental, etc. Todo eso es absurdo. No es fortificando los barrotes de la prisión donde estamos metidos lo indicado; lo que necesitamos es destruir esos barrotes para conocer la verdadera libertad que, como les he dicho a ustedes, no es del tiempo. Mientras estemos entre la cárcel del intelecto, seremos incapaces de experimentar la verdadera libertad.

La mente, en sí misma, es una cárcel muy dolorosa; nadie ha sido feliz con la mente, hasta la fecha. ¿Cuándo han conocido al primer hombre feliz con la mente? La mente hace desdichadas a todas las criaturas; las hace infelices. Los momentos más dichosos que hemos tenido todos en la vida, han sido siempre en ausencia de la mente, ha sido un instante, sí, pero que ya no se nos podrá olvidar nunca; en tal segundo hemos sabido lo que es la felicidad, pero ha durado sólo un segundo.

La mente no sabe qué cosa es felicidad, ella es una cárcel. Hay que aprender, pues, a dominar la mente, no la ajena, sino la propia, dominarla si es que queremos independizarnos de ella.

Se hace necesario, se hace indispensable aprender a mirar la mente como algo que debemos dominar, como algo, digamos, que hay que amansar. Recordemos al divino Maestro Jesús entrando a la Jerusalém Celestial montado en su borrico en Domingo de Ramos; ese borrico es la mente que hay que someter; debemos montar en él, no que él monte en nosotros. Desgraciadamente, la gente es víctima: el borrico monta sobre la gente; la pobre gente no sabe montar en el borrico. Es un borrico, dijéramos, demasiado torpe y hay que dominarlo si es que verdaderamente queremos montar en él.

Durante la meditación debemos platicar con la mente; si alguna duda se atraviesa, necesitamos hacerle la disección a la duda. Cuando una duda ha sido debidamente estudiada, cuando se le ha hecho la disección, no deja en nuestra memoria rastro alguno, desaparece; pero cuando una duda persiste, cuando queremos nosotros únicamente combatirla incesantemente, entonces se forma un conflicto. Toda duda es un obstáculo para la meditación, pero no es rechazando las dudas como vamos a eliminarlas, es haciéndoles la disección para ver qué es lo que esconden de real.

Cualquier duda que persista en la mente se convierte en una traba para la meditación; entonces, hay que analizar, descuartizar, reducir a polvo la duda, no combatiéndola, no, repito: abriéndola con el escalpelo de la autocrítica, haciéndole una disección rigurosa, implacable. Sólo así vendremos a descubrir qué es lo que había de importante en la duda y qué es lo que no había de importante en la duda, y qué era lo que había de real en la duda y qué de irreal.

Así pues, las dudas a veces sirven para aclarar conceptos. Cuando uno elimina una duda mediante el análisis riguroso, cuando le hace la disección descubre alguna verdad; de tal verdad viene algo más profundo: más sapiencia, más sabiduría. La sabiduría se elabora, pues, sobre la base de la experimentación directa, sobre la experimentación propia, sobre la base de la meditación profunda. Hay veces que necesitamos, repito, platicar con la mente, porque muchas veces, cuando queremos que la mente esté quieta, cuando queremos que la mente esté en silencio, ella persiste en su necedad, en su parloteo inútil en una lucha de antítesis. Entonces, es necesario interrogar a la mente, decirle: “Pero bueno, ¿qué es lo que tú quieres, mente? Bien, ¡contéstame, explícame, qué es lo que tu quieres!”. Si la meditación es profunda, puede surgir en nosotros alguna representación; en esa representación, en esa figura, en esa imagen, está la respuesta.

Debemos entonces platicar con la mente y hacerle ver la realidad de las cosas, hacerle ver que su respuesta está equivocada; hacerle ver que sus preocupaciones son inútiles y el motivo por el cuál son inútiles. Y al fin, la mente queda quieta, en silencio. Mas, si notamos que no surge la Iluminación todavía, que aún persiste en nosotros el estado caótico, la confusión incoherente con su lucha y su parloteo incesante, entonces, tenemos que llamarla nuevamente al orden, interrogarla: “Bueno, ¿qué es lo que tú quieres?”. Decirle: “¿Qué es lo que tú andas buscando? ¿Por qué no me dejas en paz?” Hay que hablar claro y platicar con la mente como si fuera un sujeto extraño, porque ciertamente ella es un sujeto extraño, ella no es el Ser; entonces, hay que tratarla como a un extraño, hay que recriminarla, hay que regañarla.

Los estudiantes del Zen avanzado acostumbran el Judo, pero el Judo psicológico de ellos no ha sido comprendido por los turistas que llegan al Japón. Ver, por ejemplo, a los monjes practicando el Judo, luchando unos contra otros, parecería como un ejercicio meramente físico, mas no lo es. Cuando ellos están practicando el Judo, realmente casi no se están dando cuenta del cuerpo físico, su lucha va realmente dirigida a dominar su propia mente. El Judo en que se hallan combatiendo, es contra la propia mente de cada uno. De manera que, el Judo psicológico tiene por objeto someter a la mente, tratarla científicamente, técnicamente, con el objeto de someterla.

Desgraciadamente, los occidentales que solamente ven la cáscara del Judo (como siempre, superficiales y necios), tomaron el Judo como defensa personal física y se olvidaron de los principios Zen y Chang (eso ha sido verdaderamente lamentable). Es algo muy semejante a lo que sucedió con el Tarot. Ustedes saben que en el Tarot está toda la sabiduría antigua, ustedes saben que en el Tarot están todas las leyes Cósmicas y de la Naturaleza.

Por ejemplo, un individuo que habla contra la Magia Sexual, está hablando contra el Arcano 9 del Tarot, por lo tanto, se está echando encima un karma horrible. Un individuo que hable a favor dijéramos del dogma de la Evolución, que quiere esclavizar a las mentes ajenas con el dogma de la Evolución, está quebrantando la Ley del Arcano 10 del Tarot, y así sucesivamente. El Tarot es el “patrón de medidas” para todos, como lo dije en mi libro titulado “El Misterio del Áureo Florecer”.

Termino diciendo que los autores son libres de escribir lo que quieran, muy libres, pero que no olviden el patrón de medidas, el Tarot, el Libro de Oro, si es que no quieren violar las Leyes Cósmicas y caer bajo la Ley de la Katancia (el karma superior). Quienes defienden el dogma de la Evolución están quebrantando las Leyes del Arcano 10 del Tarot.

Bueno, después de esta pequeña disgresión, quiero decirles a ustedes que este Tarot tan sagrado, tan sapiente, se convirtió en un juego de póker, en los distintos juegos de naipes que hay para divertir a la gente. Se olvidó la gente de sus leyes, de sus principios. Las piscinas sagradas de los templos de la antigüedad, de los templos de misterios, se convirtieron hoy en albercas para bañistas. El Toreo, ciencia profunda, ciencia taurina de los antiguos misterios de Neptuno en la Atlántida, se convirtió hoy en el circo vulgar de Toros.

Así pues, no es extraño que el Judo Zen o Chang, que tiene por objeto, precisamente el someter a la mente propia en cada uno de sus movimientos y jugadas, haya degenerado, haya perdido sus principios en el mundo Occidental y se haya convertido nada más que en algo profano, que sólo se usa hoy para la defensa personal.

Miremos el aspecto psicológico del Judo (no quiero decirles a ustedes que yo voy a enseñarles Judo físico, porque ni yo mismo lo práctico, pero sí estoy enseñándoles un Judo psicológico). Se necesita dominar a la mente, la mente tiene que obedecer, hay que recriminarla fuertemente para que obedezca. ¿Cómo es posible que estando nosotros en una práctica de meditación en instantes en que buscamos la quietud, más se impone ella, no quiere estarse quieta? Hay que saber por qué no quiere quedarse quieta, hay que interrogarla, hay que recriminarla, hay que azotarla, hacerla obedecer; es un borrico terco, torpe, que hay que dominar. Esto no lo ha enseñado Krishnamurti, tampoco lo ha enseñado el Zen o el Chang, esto que les estoy diciendo pertenece a la Segunda Joya del Dragón Amarillo, a la Segunda Joya de la Sabiduría. Dentro de la Primera Joya podemos incluir al ZEN, pero la Segunda Joya no la explica el Zen, aunque sí tenga los prolegómenos con su Judo psicológico.

La Segunda Joya implica la disciplina de la mente, dominándola, azotándola, regañándola.

La mente es un borrico insoportable que hay que amansar.

Así pues, durante la meditación tenemos que contar con muchos factores si es que queremos llegar a la quietud y al silencio de la mente. Necesitamos estudiar el desorden, porque solamente así, nosotros podemos establecer el orden. Hay que saber qué es lo que existe en nosotros de atento y qué es lo que hay en nosotros de desatento.

Siempre que entramos en meditación, nuestra mente está dividida en dos partes: la parte que atiende (la parte atenta), y la parte desatenta. No es en la parte atenta que tenemos que poner atención sino, precisamente, en lo que hay de desatento en nosotros. Cuando nosotros logramos comprender a fondo lo que hay de desatento en nosotros y estudiar los procedimientos para que lo desatento se convierta en atención, habremos logrado la quietud y el silencio de la mente. Pero tenemos que ser juiciosos en la meditación, enjuiciarnos a sí mismos, saber qué es lo que hay de desatento en nosotros. Necesitamos hacernos conscientes de aquello que exista de desatento en nosotros.

– Estudiante. Cuando decimos que “debemos dominar a la mente”, ¿quién la debe dominar?

– Maestro. La Esencia; la Esencia, la Conciencia debe dominar a la mente.

– Estudiante. Entonces, ¿despertando Conciencia, tenemos más poder sobre la mente?

– Maestro. Naturalmente que sí, si nos hacemos conscientes de lo que hay de inconscientes en nosotros.

Así pues, se hace urgente, inaplazable dominar la mente, platicar con ella, recriminarla, azotarla con el látigo de la voluntad, hacerla obedecer. Esto pertenece a la Segunda Joya del Dragón Amarillo. Como les dije, yo estuve reencarnado en la China antigua y me llamé Chou-Li. Fui iniciado en la Orden del Dragón Amarillo; tengo orden de entregar las Siete Joyas del Dragón Amarillo.

Ante todo, no debemos identificarnos con la mente si es que queremos sacar verdaderamente el mejor partido de la Segunda Joya, porque si nosotros nos sentimos mente, si digo: “¡Estoy razonando! ¡Estoy pensando!”, entonces, estoy afirmando un adefesio y no estoy de acuerdo con la doctrina del Dragón Amarillo, porque el Ser no necesita del pensar, el Ser no necesita del razonar.

Quien razona es la mente. El Ser es el Ser y la razón de ser del Ser es el mismo Ser. Él es lo que es, lo que siempre será. Él es la vida que palpita en cada átomo, como palpita en cada sol.

Así pues, lo que piensa no es el Ser, quien razona no es el Ser. Nosotros no tenemos encarnado todo el Ser, pero sí tenemos encarnada una parte del Ser: es la Esencia, el Buddhata, eso que hay de Alma en nosotros, lo anímico, el material psíquico. Es necesario, pues, que esta Esencia viviente se imponga sobre la mente.

– Estudiante. Maestro, ¿quiere decir entonces que lo que analiza es el “Yo”, los “Yoes”?

– Maestro. Así es, porque los “Yoes” no son sino formas de la mente, formas mentales que hay que desintegrar, reducir a polvareda cósmica.

– Estudiante. En ese caso (si desintegramos los “Yoes), ¿dejamos de analizar y de razonar?

– Maestro. ¡Pues claro está que sí! Podría darse el caso de que alguien disuelva los “Yoes”, los elimine.

Podría darse el caso de que ese alguien, además de disolver los “Yoes”, se fabrique un Cuerpo Mental. Obviamente, adquiere individualidad intelectual, empero, tiene que liberarse hasta del mismo Cuerpo Mental, porque el mismo Cuerpo Mental, por muy perfecto que sea, también razona, también piensa y la forma más elevada de pensar es no pensar. Mientras se piense, no se está en la forma más elevada de pensar. El Ser no necesita de pensar. Él es lo que siempre ha sido, lo que siempre será. Así pues, en síntesis, hay que subyugar a la mente, azotarla, interrogarla; no necesitamos someter mentes ajenas, porque eso es magia negra. No necesitamos dominar la mente de nadie, porque eso es brujería de la peor clase. Lo que necesitamos nosotros es someter a nuestra propia mente, dominarla.

Durante la meditación, repito, hay dos partes: aquélla que está atenta y aquella que está desatenta. Necesitamos hacernos conscientes de lo que hay de desatento en nosotros y haciéndonos conscientes podemos evidenciar que la desatención tiene muchos factores. Vamos a analizar alguno de esos factores. Duda: hay muchas dudas, son muchas las dudas que existen en la mente humana.

¿De dónde vienen las dudas de la mente? Veamos, por ejemplo, el ateísmo, el materialismo, el escepticismo. Si los descuartizamos, vemos que existen muchas formas de escepticismo, muchas formas de ateísmo, muchas formas de materialismo. Existen personas que se dicen ateos, materialistas; sin embargo, le temen por ejemplo, a las hechicerías, a las brujerías; respetan a la Naturaleza, saben ver a Dios en la Naturaleza, pero a su modo. Cuando se les platica sobre asuntos espirituales o religiosos, se declaran ateos, materialistas; su ateísmo es una forma nada más que incipiente.

Hay otra forma de materialismo y ateísmo: el de tipo Marxista-Leninista, incrédulo, escéptico.

En el fondo, algo busca ese materialista-ateísta; quiere sencillamente desaparecer, no existir, aniquilarse íntegramente, no quiere saber nada de la Mónada Divina, la odia. Obviamente, al proceder así, se desintegrará como él quiere (es su gusto); dejará de existir, descenderá a los Mundos Infiernos hacia el centro de gravedad del planeta; ese es su gusto: autodestruirse. Perecerá, sí, la Esencia se liberará, retornará a nuevas Evoluciones y pasará por nuevas Involuciones. Volverá una y otra vez, en distintos ciclos de manifestación, a caer en el mismo escepticismo y materialismo. Pero a la larga aparece el resultado, ¿cuál? Cuando el día en que definitivamente se cierran todas las puertas, cuando los tres mil ciclos se agoten; entonces esa Esencia se absorbe en la Mónada y ésta a su vez entra al seno Espiritual Universal de Vida, pero sin Maestría. ¿Qué era lo que quería realmente esa Esencia? ¿Qué era lo que buscaba con su ateísmo? ¿Con su materialismo? ¿Cuál era su anhelo? Su anhelo era rechazar la Maestría; en el fondo eso era lo que quería, lo consigue, lo logra, pero al fin termina como una Chispa Divina sin Maestría.

Así pues, las formas del escepticismo son variadas. Hay gente que se dice católica, apostólica y romana; sin embargo en sus exposiciones son crudamente materialistas y ateístas, pero van a misa los domingos, comulgan y se confiesan, ésa es otra forma de escepticismo y de materialismo.

Si analizamos todas las formas habidas y por haber de escepticismo y materialismo, descubrimos que no hay un solo escepticismo, no hay un solo materialismo. La realidad es que son millones de formas de escepticismo y de materialismo, y son millones, sencillamente porque son mentales, cosas de la mente; es decir, el escepticismo y el materialismo son de la mente y no del Ser.

Cuando alguien ha pasado más allá de la mente, se ha hecho consciente de la Verdad, que no es del tiempo. Obviamente, no puede ser ni materialista, ni ateísta, aquél que alguna vez ha escuchado el Verbo, que está más allá del tiempo, más allá de la mente. El ateísmo es de la mente, pertenece a la mente, es como un abanico. Todas las formas del materialismo y ateísmo semejan un gran abanico (¡son tantas, tan variadas: es el abanico de la mente!); pero lo que hay de real está más allá de la mente. El ateísta, materialista es ignorante, jamás ha escuchado al Verbo, nunca han conocido la palabra divina, jamás ha entrado en la corriente del sonido.

Así pues, es en la mente donde se gesta el ateísmo y el materialismo. Son formas de la mente, formas ilusorias que no tienen ninguna realidad. Lo que verdaderamente es real no pertenece a la mente, lo que ciertamente es real está más allá de la mente. Independizarnos de la mente es importante para conocer lo real, no para conocerlo intelectualmente, sino para experimentarlo real y verdaderamente.

Así pues, al poner atención a lo que hay de desatento podemos ver distintas formas de escepticismo, de incredulidad, de dudas, etc. Ya viendo cualquier duda, de cualquier especie, hay que descuartizarla, hacerle la disección para ver qué es lo que tiene de verdad; y una vez que la hemos descuartizado totalmente, la duda desaparece no dejando en la mente rastro alguno, no dejando en la memoria ni la más insignificante huella.

Cuando observamos, pues, lo que hay de no atento en nosotros, vemos también la lucha de antítesis en la mente; es entonces cuando hay que descuartizar a esas antítesis para ver qué es lo que tienen de verdad las antítesis: recuerdos, emociones, deseos o preocupaciones que se ignoran, que no se sabe de dónde vienen, por qué vienen. Cuando juiciosamente vemos que hay necesidad de llamar la atención de la mente (hay un punto máximo en que uno se ha cansado, en que la mente ya no quiere obedecer en ninguna forma); entonces no queda más que recriminarla, hablarle fuertemente, tratarla frente a frente, cara a cara como a un sujeto extraño e inoportuno; azotarla con el látigo de la voluntad, recriminarla con la palabra dura hasta hacerla obedecer. Hay que platicar con la mente muchas veces para que entienda. Si no entiende, pues hay que llamarla al orden severamente.

No identificarse con la mente, es indispensable. Así, al azotar a la mente, subyugándola, dominándola, si ella reacciona con violencia, pues, volveremos nosotros a azotarla. Así nosotros nos salimos de la mente y llegamos a la Verdad, a aquello que ciertamente no es del tiempo.

Cuando nosotros logramos asomarnos a eso que no es del tiempo, podemos experimentar un elemento que transforma radicalmente. Existe cierto elemento transformador que no es del tiempo; que solamente se puede experimentar, repito, cuando salimos de la mente; cuando experimentamos ese elemento transformador luchamos intensamente hasta conseguir la Autorrealización íntima del Ser. Una y otra vez necesitamos independizarnos de la mente y entrar en la corriente del sonido, el mundo de la música, en el mundo donde resuena la palabra de los Elohim, donde reina ciertamente la Verdad; pero mientras estemos embotellados entre la mente, ¿qué podemos saber de la Verdad? Lo que otros dicen, pero, ¿qué sabemos nosotros? Lo importante no es lo que otros dicen sino lo que nosotros experimentamos por sí mismos. Nuestro problema está pues, en cómo salirnos de la mente, nosotros necesitamos ciencia, sabiduría para emanciparnos.

Así pues, mis caros hermanos, espero que todos ustedes, en la práctica de hoy, hagan, dijéramos, Conciencia de lo que existe de no atento en ustedes, que sean capaces de hacerle la disección a cualquier duda, que sean capaces de dominar la mente, de platicar cara a cara con ella, de recriminarla. El objetivo de nosotros es buscar la quietud y silencio mental. Cuando creemos que la mente está quieta, cuando creemos que está en silencio y sin embargo no viene a nosotros ninguna experiencia divina, es porque no está quieta la mente, ni en silencio. En el fondo, ella está parloteando.

Entonces, nosotros, a través de la meditación, tenemos que platicar con ella, recriminarla, interrogarla para ver qué es lo que quiere; que conteste, que explique qué quiere; decirle: “¡Mente!, ¿por qué no te estás quieta? ¿Por qué no me dejas en paz? ¿Qué es lo que tú quieres?”. Ella dará alguna respuesta; nosotros le contestaremos con otra explicación tratando de convencerla; pero si no quiere convencerse, no quedará más remedio que someterla por medio de la recriminación y el látigo de la voluntad.

Como les dije, esto pertenece a la Segunda Joya del Dragón Amarillo. El Zen sólo abarca la Primera Joya; estos conocimientos que les estoy dando esta noche, pertenecen a la Segunda Joya.

¿Hay preguntas?

– Estudiante. Maestro, nos indicaron que también se podía meditar en los opuestos, que si tengo en la mente a una joven bonita, debo entonces colocarle una joven fea, y si veo una flor colocarle una flor marchita. ¿Así puedo disiparla? ¿Es posible, también, aquietar a la mente, no a la fuerza sino esperar a que se aquiete espontáneamente?

– Maestro. Todo eso que tu estás exponiendo no es otra cosa que “fragmentos de una enseñanza desconocida”. Lo que va más al fondo de esto es lo que estoy enseñando. Así, por ejemplo, ¿nos asalta un pensamiento de odio, un pensamiento malvado?, pues hay que tratar de comprenderlo, tratar de ver su antítesis que es el amor. Si hay amor, ¿por qué ese odio? ¿Con qué objeto? Surge, por ejemplo, el recuerdo de un acto lujurioso; pasar por la mente el Cáliz Sagrado y la santa Lanza, decir: ¿por qué he de profanarlos con mis pensamientos morbosos? En la síntesis, pues, está la clave (saber buscar siempre la síntesis), porque de la tesis hay que pasar a la antítesis, pero la Verdad no se encuentra ni en la tesis ni en la antítesis. En la antítesis y en la tesis hay discusión y el resultado de la discusión es la solución. Eso es lo que exactamente se quiere: Afirmación, Negación, Discusión, Solución. Afirmación de un mal pensamiento; negación del mismo mediante la comprensión de su opuesto. Discusión: hay que discutir que es lo que tiene de real el uno y el otro hasta llegar a la sabiduría y dejar la mente quieta, en silencio. Así es como se debe practicar. Todo eso es una parte pues, de las prácticas conscientes, de la observación de lo que hay de no atento. Pero simplemente si decimos que “al recuerdo de una persona alta le oponemos en frente a una persona bajita, y adiós”, no está correcto. Lo correcto sería decir que “lo alto y lo bajo, no son sino dos aspectos de una misma cosa”, “lo que importa no es lo alto ni lo bajo sino lo que hay de Verdad tras de todo eso”. Lo alto y lo bajo son dos fenómenos simplemente ilusorios de la mente. Así se llega pues, a la síntesis, a la solución.

– Estudiante. Maestro, yo estoy atento a sus explicaciones, pero ¿cuál es la parte que no está atenta, que no pone atención? Eso es lo que yo no entiendo. Trato de liberarme de la mente; el hecho de que yo esté captando los pensamientos, las imágenes que vienen, que las esté yo analizando para ver qué dudas tienen, ¿es eso lo que se llama atención?

– Maestro. Allí hay atención, pero lo no atento está formado por el subconsciente, por lo incoherente, por la cantidad de recuerdos que surgen en la mente, por las memorias del pasado que asaltan una y otra vez, por los desechos de la memoria, etc.

– Estudiante. ¿Y ésos hay que rechazarlos?

– Maestro. Ni aceptarlos ni rechazarlos, sino hacerse consciente de lo que hay no atento, y así queda lo no atento, atento en forma natural y espontánea, queda atento lo no atento.

– Estudiante. Maestro, ¿esto se puede hacer también en la vida práctica?, cuando viene un mal pensamiento, ¿se puede hacer la meditación en plena vida diaria?

– Maestro. Claro que sí, lo hace sencillamente el que está práctico; hace de la vida corriente una continua meditación, no solamente medita en aquellos instantes en que se encuentra en su casa o en el santuario o en el Lumisial practicando, sino que también puede abarcar la corriente del diario vivir y su vida la convierte, de hecho, en una constante meditación. Así es como realmente viene la Verdad. ¿Hay alguna otra pregunta?

– Estudiante. ¿Podemos decir que la mente es el Ego y la Conciencia es el alma?

– Maestro. Pues sí, la mente en sí misma, es el Ego. Pero es conveniente saber que al destruir el Ego queda la substancia mental, puede fabricarse el Cuerpo Mental, pero siempre se tendrá la mente.

Lo importante es liberarse de la mente, hacerse libre de ella, aprender a funcionar en el Mundo del Espíritu Puro sin la mente. Saber vivir en esa corriente del sonido que está más allá de la mente y que no es del tiempo. En la mente, lo que hay es ignorancia. La real sabiduría no está en la mente, está más allá de la mente. La mente es ignorante y por eso se cae y se cae en tantos errores graves.

– Estudiante. Maestro, se sufre mucho con la mente; yo estoy en una constante batalla con ella…

– Maestro. Todos los seres humanos están amargados con la mente. Vean ustedes, cuan necios son aquéllos que hacen propaganda “mentalista”, aquéllos que prometen “poderes mentales”, que le enseñan a otros a “dominar” mentes ajenas, etc., etc., etc. La mente no ha hecho feliz a nadie. La verdadera felicidad está mucho más allá de la mente. Uno no puede llegar a conocer la felicidad hasta tanto no se independice de la mente. ¿Hay alguna otra pregunta hermanos?

– Estudiante. ¿Cuando uno está soñando es porque no está atento?

– Maestro. Los sueños son propios de la inconsciencia. Cuando uno despierta Conciencia, deja los sueños. Los sueños no son sino proyecciones de la mente. Recuerdo un cierto día un caso mío en los Mundos Superiores (fue solamente un caso de descuido): vi como se me salió de la mente un sueño. Ya iba a comenzar a soñar y reaccioné contra el sueño que se me escapó por un segundo de descuido; claro, como me di cuenta del proceso, rápidamente me alejé de esa forma petrificada que se me escapó por un segundo de descuido. ¿Qué tal si yo hubiera estado dormido? Allí hubiera quedado enredado en esa forma mental de lo lindo; pero cuando uno está despierto, sabe inmediatamente que en un momento de no atención se puede escapar un sueño y quedar uno enredado en ese sueño toda la noche hasta el amanecer.

– Estudiante. Yo tuve un sueño, precisamente, de cuando era pequeña…

– Maestro. No, allí no hubo un sueño, hubo sencillamente un proceso de recordación de su infancia, eso no es sueño, eso es diferente, eso es real; es producto del desecho de la memoria que es escapa de la mente, coincide con lo que vivió en su infancia; es un proceso de recordación. Lo que importa en nosotros, pues, es despertar Conciencia para dejar de soñar, dejar de pensar. Este pensar que es materia cósmica, es la mente, porque el mismo Astral no es más que la cristalización de la materia mental, y el mundo Físico es, también, mente condensada.

Así pues, la mente es materia y muy grosera, ya sea en estado físico ya sea en el estado llamado “Astral” (Manásico), como dicen los indostanes. De todas maneras, es la mente grosera y material. El Astral no es más que mente condensada, el Físico es mente también. La mente es materia ya física o metafísica, pero materia, y por lo tanto, no puede hacernos dichosos. Para conocer la auténtica felicidad, la verdadera sabiduría, debemos salirnos de la mente y vivir en el mundo del Ser; eso sí es muy importante.

– Estudiante. Maestro, ¿está usted negando el poder creador de la mente en el mundo físico? Naturalmente que, allá desde luego, en esos mundos inefables es un estorbo la mente y hay que liberarse de ella para funcionar en los Mundos Superiores.

– Maestro. No negamos el poder creador de la mente, es claro que todo lo que existe es mente condensada. Pero, ¿qué ganamos con eso? ¿Acaso nos ha dado la felicidad? Podemos nosotros hacer maravillas con la mente, crearnos muchas cosas en la vida (los grandes inventos son mente condensada), pero ese tipo de creaciones, ¿nos hará felices? Lo que necesitamos es independizarnos, salir de ese calabozo de la materia porque la mente es materia. Hay que salirse de la materia, vivir en función de Espíritus, como seres, como criaturas felices más allá de la materia. La materia siempre es grosera; aunque asume hermosas figuras, es dolorosa siempre. Sí, nosotros lo que buscamos es la felicidad, pero la auténtica felicidad no la encontraremos en la materia sino en el Espíritu. Necesitamos liberarnos de la mente. La verdadera felicidad viene a nosotros cuando nos salimos del calabozo de la mente, eso es lo cierto.

No negamos que la mente pueda ser la creadora de las cosas, crea inventos, maravillas, prodigios, pero ¿acaso esto nos da la felicidad? ¿Cuál de nosotros es feliz? Si alguno de ustedes es feliz pues que levante el dedo; a ver, yo quisiera conocerlo. Nosotros estamos aquí porque buscamos el verdadero camino que ha de conducirnos a la felicidad. Si la mente no nos ha dado la felicidad, tenemos que saber cómo evadirnos de la mente, y ese es el objeto de nuestras prácticas y estudios. ¿Hay alguna otra pregunta?

– Estudiante. El llamar la atención del inconsciente por el consciente, ¿pertenece también a la Segunda Joya del Dragón Amarillo?

– Maestro. También, pues, pertenece a la Segunda Joya del Dragón Amarillo, eso es obvio. En nosotros existe, por ejemplo, un tres por ciento de Conciencia y hay un noventa y siete por ciento de subconsciencia (eso es cierto); entonces lo que tenemos de consciente debe dirigirse a lo que tenemos de inconsciente o subconsciente para recriminarle y hacerle ver que debe convertirse en consciente.

Pero hay necesidad de que la parte consciente recrimine a la parte subconsciente para que el subconsciente se haga consciente. Esto de que la parte consciente se dirija a la parte subconsciente, es un ejercicio muy importante que se puede practicar en la aurora; así, las partes inconscientes, poco a poco, se van volviendo conscientes.

– Estudiante. Maestro, eso es algo similar a lo de David contra Goliat: el 3% contra el 97%, ¿no es así?

– Maestro. Es que las partes subconscientes no se van a volver conscientes de inmediato, eso es todo un proceso, un proceso largo, pero al fin se logra. ¿Hay alguna otra pregunta, hermanos?… Como no hay más preguntas vamos a entrar en meditación.

La presente conferencia fue dictada por el V. M. Samael Aun Weor en tercera Cámara, en el mes de
octubre del año 1972.

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