La Influencia Lunar

La luna fue un planeta vivo en el pasado gran día cósmico. Entonces tuvo rica vida mineral, vegetal, animal y humana. La luna es la madre de la Tierra y gira incesantemente en torno de su hija, como si fuese en verdad un satélite. La luna es, pues, quién representa el papel principal y de mayor importancia, tanto en la formación de la Tierra misma como en lo referente a poblarla de seres humanos.

Es indubitable que la Luna­-madre, al exhalar su último aliento, transfirió a su hija la Tierra todos sus poderes vitales. Bajo el subsuelo lunar podrán los arqueólogos des­cubrir ruinas de gigantescas ciuda­des que otrora existieran en el pasado mahanvantara o día cós­mico. Es evidente que la luna podrá ser utilizada como plataforma cós­mica para futuros viajes a otros mundos habitados.

“Ante todo he de decir que dependemos, desgraciadamente, de las influencias mecanicistas de la luna. Así, pues, lunáticos no son solamente los locos. Todo el mundo depende de la luna; la luna es como una gran pesa para el organismo planetario en que vivimos, es decir, para el planeta tierra”.

Samael Aun Weor, conferencia titulada “La influencia lunar”.

1.La Bella Selene.

Cualquier Jivanmukta o Mahatma podrá verificar, por sí mismo, precedentes manifestaciones en el mundo lunar. Es ostensible que la luna fue en otros tiempos la morada de los Selenitas. No resulta difícil comprender que en la corteza lunar evolucionaron e involucionaron siete razas humanas. De acuerdo con la sabia ley de recurrencia, que se procesa siempre en todos los mundos, es obvió que la primera raza selenita fue una generación gigante.

Basados en esa citada ley podemos comprender, sin mucha dificultad, que las últimas familias de Selene fueron lili­putienses, demasiado pequeñas de estatura. Es incuestionable el regreso involucionante de la huma­nidad selenita, hasta llegar al estado germinal-elemental, primitivo.

El reposo de los gérmenes-­elementales durante el gran pralaya o noche cósmica, es de hecho un axioma de la sabiduría antigua.

La ley de eterno retorno hizo posible el nuevo desarrollo de los gérmenes elementales de la vida. La ley de recurrencia repitió todo el proceso evolucionante e involucionante de tales gérmenes lunares, aquí en el planeta Tierra (recorde­mos que nuestro mundo es hijo de Selene).

Si todo se repite, es indudable que toda la historia de la humani­dad terrícola es una repetición en el tiempo de los anales de Selene. En un futuro remoto la humanidad terrestre habrá regresado también al estado germinal primitivo. Entonces la Tierra será una nueva luna.

  1. El Alma Lunar.

¿Que nuestro planeta Tierra tiene un cuerpo vital? ¡Eso no se puede negar sí que lo tiene! Nosotros también tenemos un asiento vital. Sin ese asiento vital no podría el cuerpo físico existir.

A la hora de la muerte el cuerpo físico va al sepulcro, junto con el vital. Ese cuerpo vital se va descomponiendo lentamente, frente al sepulcro, y tiene un color fosforescente, brilla como los “fuegos fatuos” de la medianoche. Los videntes suelen ver ese cuerpo vital frente a los sepulcros, descomponiéndose lentamente, a medida que el cuerpo físico también se va descomponiendo.

El cuerpo vital, repito, es el asiento de la vida orgánica. Ningún cuerpo físico podría funcionar sin ese “nisus-formativus”, sin ese cuerpo vital que tan fundamental es para la biología, para la química, para la fisiología, etc. Ahondar en esta cuestión es urgente, inaplazable, impostergable.

Mas, ¿cómo es ese mundo vital? Porque si nosotros poseemos un cuerpo vital, el planeta Tierra tiene también que poseerlo. Obvia­mente, el cuerpo vital del planeta Tierra es el Edén, el “paraíso”, la ‘”Tierra prometida” o cuarta dimensión de la cual hablara Moi­sés, el gran cabalista Iniciado, el gran legislador hebraico.

Quienes suponen que el “paraíso Terrenal” estuvo ubicado en tal o cual lugar de la Tierra, están equivocados. La explicación que da la Biblia sobre los ríos Tigris y Eufrates y el “paraíso” situado allá, en la Mesopotamia, es completamente simbólica. El “paraíso terrenal” es el cuerpo vital del planeta Tierra, es la sec­ción superior de este mundo tridi­mensional de Euclides. El cuerpo vital terrestre sirve de asiento a la vida orgánica de todo nuestro mundo Tierra.

Ciertamente, el cuerpo vital contiene en sí mismo dos esferas: primera, la Luna: segunda, la Tierra (son como dos yemas del mismo huevo). Esto parecerá insólito, mas en el fondo no lo es.

Recuérdese que la luna que nos ilumina en el espacio infinito, un día tuvo vida, y vida rica en abun­dancia: mares profundos, volcanes en erupción, vida vegetal, animal, humana, etc. Aquellos que afir­maran que “la luna es un pedazo de Tierra lanzada al espacio”, que­daron muy mal con las exploracio­nes hechas por la “NASA”. Los distintos guijarros lunares, examina­dos con el “carbono14”, indicaron que la luna es más antigua que la Tierra. Entonces, obviamente, no es un pedazo de costra terrestre como suponen muchos ignorantes y equivocados.

¿Que el alma Lunar un día fue transferida a nuestro mundo Tierra? ; ¡Eso es obvio! Después de que ese mundo se convirtiera en un cadá­ver, su alma lunar, su principio vital, fue transferido a esta región del espacio y sirvió de “nisus­ formativus” para nuestro planeta Tierra. Por eso es que nuestros antepasados de Anahuak la llama­ban “nuestra abuela Luna”.

Obviamente, la luna juega un gran papel en la economía orgánica de nuestro mundo Tierra. Como quiera que el cuerpo vital de la Tierra abarca también a la Luna, esto hace posible que la luna actúe en forma más directa sobre nuestra Tierra, sobre los organismos, etc. Ya sabemos el papel que juega en rela­ción con las altas y bajas mareas, ya sabemos la relación que tiene con la función ovárica (en el sexo femenino), ya sabemos la relación que tienen los ciclos lunares con las distintas enfermedades: con la salud mental de las gentes que están en el manicomio y que con los cambios de la luna se enferman aún más, etc.

La Luna influye directamente en la concepción de todas las cria­turas vivientes. En creciente, la sabia sube; en menguante baja, y esto es extraordinario. Así, pues, el mundo vital es algo que vale la pena investigar.

Ante todo he de decir que depen­demos desgraciadamente de las influencias mecanicistas de la Luna; así pues, que lunáticos no son sola­mente los locos, sino que todo el mundo depende de la Luna. La Luna es como una gran pesa para el organismo planetario en que vivi­mos, es decir, para el planeta Tierra; vean ustedes las influencias de la Luna sobre las plantas. En creciente, la savia se encuentra espe­cialmente en la parte superior de las mismas; en menguante, la influencia lunar hace que la savia baje y se concentre muy específicamente en la parte inferior del tronco y raíces.

Antiguamente, los agricultores cortaban las maderas especialmente en las crecientes y sembraban en menguante, obteniéndose maderas maravillosas que duraban siglos enteros. Ahora, se han olvidado las gentes de la influencia lunar, y cor­tan las maderas en menguante y siembran en creciente, dando por resultado maderas que muy pronto se echan a perder. Las gentes, por ejemplo, nacidas bajo el signo de cáncer, muy especialmente cam­bian su carácter de acuerdo con las fases de la Luna. La Luna produce las altas y bajas mareas, regula el proceso de ovulación en los ovarios del sexo femenino, dirige la concep­ción de todas las criaturas, etc. No podría realizarse, en verdad, nin­guna concepción sin la influencia lunar. La Luna, obviamente se relaciona también con las enfermeda­des; los ciclos lunares gobiernan el Tifus, la Viruela, etc. Es una gran pesa, como la pesa de un reloj, así como la pesa de un reloj hace que funcione el reloj, así también el pén­dulo, o pesa por decirlo así, de la Luna, hace funcionar toda esta naturaleza, toda esta Tierra. Por todos estos motivos, vamos viendo que la humanidad es completa­mente lunar, y si observamos el péndulo de un reloj, vemos que es mecánico en un ciento por ciento y que gobierna toda la mecánica del reloj. Así también, la Luna, que es el péndulo de este planeta Tierra, gobierna mecánicamente a todo el planeta, y nos gobierna a nosotros mismos; así que, los seres humanos, la humanidad entera, es lunar ciento por ciento.

La Luna, claro, va tomando cada vez más fuerza en nosotros. Obsér­vese cómo se comporta la humani­dad. Si vemos un péndulo en su movimiento de derecha a izquierda, podemos notar cómo se comporta toda la maquinaria del reloj; así también, si vemos la Luna, que es el péndulo de este planeta Tierra, observaremos cómo se comporta todo el organismo Tierra; dentro del organismo Tierra están incluidos todos los organismos vivientes, cada clase de organismo tiene una misión específica, definida, en el planeta Tierra.

Una familia de insectos, por ejemplo, que sólo dura una tarde de verano, pareciera como si no tu­viera mucha importancia, sin em­bargo la tiene. Esa clase de seres capta determinado tipo de ondas cósmicas que transforma instinti­vamente y retransmite a las capas interiores del organismo planetario en que vivimos. Una familia como la de los tigres, diríamos qué tiene que ver con este asunto, mucho; es otro tipo de energía el que captan estos organismos, transforman y retrans­miten a las capas interiores del organismo planetario en que vivi­mos.

Las plantas, por ejemplo, se divi­den en familias, cada familia vegetal capta determinados tipos de ener­gía. Hay plantas que solamente cap­tan energía del mismo planeta Tie­rra, transforman y luego retrans­miten a las capas interiores del mundo en que vivimos. Hay plantas que solamente captan las energías solares, transforman y luego re­transmiten a las capas interiores de la Tierra.

Hay plantas, arbustos, árboles, que captan la energía de todo el sis­tema solar y las transforman para bien del organismo terrestre.

Hay vegetales que captan las energías de todo el macrocosmos, es decir, de toda la galaxia en que vivimos, transforman ese tipo de ondas y luego las retransmiten a las capas interiores del mundo en que vivimos.

Y por último, hay plantas que captan la totalidad de las energías de todo el megalocosmos, es decir, de todo este infinito en que vivimos, y las transforman y retransmiten a las capas interiores de la Tierra; digo de todo este infinito en que vivimos, porque en realidad de ver­dad hay varios infinitos. En la Pistis Sophia se habla de los varios firma­mentos. Este infinito en que vivimos es perceptible por todos los telescopios y tiene un promedio de unas 100.000 galaxias; a cada gala­xia podemos ponerle un promedio de 100.000 soles con sus corres­pondientes lunas, etc.

Obviamente, todo esto forma el infinito que podíamos denominar el infinito de Einstein, porque fue Eins­tein el hombre que en nuestros tiempos modernos lo presintió a través de sus cálculos matemáticos. Dijo: “el espacio tiende a un límite”, también dijo que el espacio es curvo, también dijo que el infinito tiende a unirse; de manera, que este hombre sabio comprendió que vivimos en un infinito que tiene un límite y que es curvo.

Más allá de este infinito hay un espacio vacío, y mucho más allá de ese espacio vacío sigue otro infinito, y más allá de ese otro sigue otro espacio vacío, y luego prosigue otro infinito. Así, que tenemos la tesis de los varios infinitos.

Toda la multiplicidad de infinitos tiene por fundamento lo Inmutable. ¿Qué es lo que se llama Inmutable? Lo Inmutable es el Absoluto.

Bien, pero no nos alejemos tanto de nuestro tema, por ello, en reali­dad de verdad, como estábamos afirmando, las plantas también cum­plen su misión de transformar y de transmitir al interior de la Tierra, energía. Todas las especies anima­les cumplen esa misión; y al fin y al cabo, el interior del organismo planetario en que vivimos, se sostiene precisamente por eso, por las ener­gías cósmicas.

Pero la humanidad es el órgano más importante de la naturaleza. ¿Por qué es el más importante?, porque tiene tres Cerebros: El Inte­lectual, el Emocional y el Motor. El Intelectual está ubicado dentro del cerebro, el Emocional está en el corazón, y el Motor esta en la parte superior de la espina dorsal. Esto hace que sea, pues, la humanidad el órgano más importante. Puede asi­milar determinados tipos de energía y luego transformarlas y retransmi­tirlas a las capas interiores de la Tierra.

Así, que tenemos nosotros que saber que cada ser humano es una maquinita para transformar energía; para eso vive, para eso existe bajo la luz del Sol, es completamente mecánica y estamos regulados por la Luna. Libre albedrío, propia­mente casi no existe. Imagínense, por un momento, un violín dentro de su correspondiente estuche; apenas si tiene un pequeño e insignificante margen, existente claro, entre el instrumento musical y el estuche; tal margen les daría una indicación del tipo de libre albedrío que poseemos; sin embargo es posible para nosotros ampliar ese pequeño libre albedrío, trabajar sobre nosotros mismos dejando de ser máquinas.

Nosotros todos, junto con todas las criaturas que viven sobre la faz de la Tierra, y que constituye, dijé­ramos, el mundo orgánico, somos la maquinaria de este gran organismo llamado Tierra. El péndulo que hace mover este complicado organismo es la Luna.

La humanidad, partiendo de ese principio, es completamente meca­nicista, y cada día se torna más y más mecanicista, eso es obvio. Se necesita crear dentro de nosotros mismos una Luna psicológica, sólo así podríamos dejar de ser mecani­cistas. Dentro de nosotros, hoy por hoy, lo único que tenemos es un centro de gravedad mecánico, tal centro gravita en la personalidad.

Obviamente, en nuestra persona­lidad esté lo que nos enseñaron, el ejemplo de nuestros mayores, la familia, lo que aprendimos en la escuela, en la calle. en el restau­rante, en la cantina, etc., todo eso constituye la personalidad, ahí te­nemos nuestro centro de gravedad.

Mientras más brillante sea una personalidad mientras más cultivada se encuentre, tanto más resalta y los demás la respetan. Se respeta a los grandes plenipotencia­rios, a los grandes embajadores, a los ministros de los gobiernos, se respeta a los archimillonarios, se respeta a las gentes del “alto mundo” porque tienen brillantísimas personalidades. Llevan entre sus bolsas eso que se llama dinero: algunos poseen fascinante cultura intelectual, y esto hace que se tor­nen más brillantes en apariencia. De manera, pues, que nuestro centro de gravedad, hoy por hoy. está en la personalidad, desgraciadamente.

El que no tiene dinero, por ejemplo. no se le respeta. En New York existía un letrero que decía: “¿Quién eres tú?, el dinero habla por ti; tanto tienes tanto vales; si no tienes dinero, consíguelo; y si no lo consi­gues trabajando, siempre consíguelo”. Así pues, ese aviso, ese letrero, existía en New York: no sé si todavía existe, pero existía­.

Así es la humanidad, habiendo dinero, pues, se tapan los peores defectos psicológicos, con el dinero se abren todas las puertas del mundo físico: “poderoso caballero es don dinero”. ¿Qué quiere decir esto?, que tenemos el centro de gravedad en la personalidad.

Si una persona no tiene mucho dinero, si es pobre, si vive por ahí en una casita humilde y anda mal ves­tido, pues todo el mundo la mira mal. ¿Por qué?, porque tienen su centro de gravedad en la personali­dad, y si otros tienen un centro de gravedad muy pequeño, muy débil, ni se les toma en cuenta, esto signi­fica que hay centros de gravedad más fuertes que otros. No es lo mismo el centro de gravedad, por ejemplo, del presidente de los EE.UU. que el centro de gravedad que podría tener un humilde traba­jador de pico y pala.

Necesitamos crear un nuevo cen­tro de gravedad; pero no mecánico, sino consciente. ¿Es posible crear­lo?, sí es posible; si lo creamos pasaríamos del centro de gravedad mecánico al centro de gravedad consciente. Pero no se puede pasar del centro de gravedad mecánico al centro de gravedad consciente así porque sí, hay que trabajar sobre sí mismos.

Ante todo, debemos distinguir entre la personalidad y la falsa per­sonalidad. La personalidad normal debe existir, claro está que sí, es el vehículo de manifestación que te­nemos, pero otra cosa es la falsa personalidad.

Si queremos nosotros crear el centro de gravedad consciente, pues hay que eliminar, ante todo, de nosotros mismos los elementos indeseables del engreimiento, del orgullo, de la vanidad, del egoísmo, del amor propio, de los celos, etc. Sólo eliminando esos elementos psicológicos citados podemos entonces crear en nuestra constitu­ción íntima, es decir, en nuestra Esencia interior, el centro de grave­dad consciente, es decir la Luna psicológica.

La Luna psicológica es el centro de gravedad consciente; quien logre crear dentro de sí mismo una Luna psicológica, indubitablemente se li­berará de las influencias mecánicas de la Luna que gira alrededor de la Tierra. Para liberarnos, pues, de esa influencia mecanicista que nos viene de allá arriba, de la Luna física, necesitamos crear en sí mismos, y dentro de nosotros mismos, la Luna psicológica; es decir, el centro de gravedad consciente, a diferencia del centro de gravedad mecánico que está ubicado en la personalidad. El centro de gravedad consciente está ubicado en la esencia, en la conciencia, en la parte anímica, he ahí la diferencia. Ahora, eliminar los agregados psíquicos del orgullo, la vanidad, engreimiento, celos, ira, amor propio, egoísmo, implica un trabajo hondo; estos agregados obviamente gozan de cierta inde­pendencia o auto-independencia, podríamos decir que son criaturas psicológicas o gentes psicológicas existentes en el fondo de nosotros mismos y que controlan a la perso­nalidad. Dentro de tales entidades está embotellada la Esencia, la Con­ciencia; si queremos desintegrar esos defectos, esos agregados psicológicos, necesitamos compren­derlos; y si queremos comprender­los, debemos primero descubrirlos. En la vida práctica, nosotros necesi­tamos vivir en alerta percepción, alerta novedad, si es que queremos desintegrar los agregados psíquicos indeseables que en nuestro interior cargamos.

Samael Aun Weor

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