El Lado Oculto de Nuestra Luna Psicológica

Introducción

Realmente, lo importante es conocerse a sí mismo profundamente, en todos los niveles de la mente.

Las tinieblas son la inconsciencia, la luz es la Conciencia. Debemos permitir que la luz penetre en nuestras propias tinieblas; obviamente, la luz tiene poder para vencer a las tinieblas…

Sólo la luz de la Conciencia, dirigida no desde los ángulos sino en forma central, plena, sobre nosotros mismos, puede acabar con los contrastes, con las contradicciones psicológicas, y establecer en nosotros el verdadero equilibrio interior.

Si disolvemos todo ese conjunto de “Yoes” que en nuestro interior llevamos, viene el despertar de la Conciencia, y como secuencia o corolario, el verdadero equilibrio de nuestra propia psiquis…

La luz de la Conciencia, dándonos verdadero equilibrio psicológico, viene a establecer cada cosa en su lugar, y lo que antes estaba en conflicto íntimo con nosotros, de hecho queda en su sitio adecuado.

Es tal la inconsciencia de las multitudes, que ni siquiera son capaces de encontrar la relación existente entre luz y Conciencia.

Incuestionablemente, luz y Conciencia son dos aspectos de los mismo; donde hay luz, hay Conciencia.

La inconsciencia son las tinieblas, y éstas últimas existen en nuestro interior. Sólo mediante la auto-observación psicológica, permitimos que la luz penetre en nuestras propias tinieblas.

V.M.SAMAEL AUN WEOR  – La Gran Rebelión, cap. 11, “Las Tinieblas”.
Lo que se critica tanto en los otros, es algo que descansa en el lado obscuro de uno mismo, y que no se conoce ni se quiere reconocer.

Cuando estamos en tal condición, el lado obscuro de nosotros mismos es muy grande, pero cuando la luz de la observación de sí ilumina ese lado obscuro, la Conciencia se acrecienta mediante el conocimiento de sí.

V.M. SAMAEL AUN WEOR “La Gran Rebelión” capítulo 25, “El Difícil Camino”.
Conferencia:

EL LADO OCULTO DE NUESTRA LUNA PSICOLÓGICA

Es necesario entender que hay en nosotros mismos, una parte oculta de nuestro propio Ego que nunca se ve a simple vista. Así como la Luna tiene dos aspectos públicos: uno que se ve, y hay el lado oculto, así también hay nosotros un lado oculto que nunca vemos.

Ante todo, quiero que entiendan ustedes que así como hay una Luna física que nos ilumina, existe también la Luna psicológica; esa Luna psicológica es el Ego, el “Yo”, el “mí mismo”, el “sí mismo”…

El lado visible, todo el mundo con un poquito de observación lo ve, pero hay un lado oculto que a simple vista no se ve; la Conciencia, desafortunadamente, no ha iluminado esa parte oculta de nuestra propia Luna interior.

Realmente, nosotros vivimos en una pequeña zona de nuestra Conciencia; nosotros nos hemos forjado un retrato de nosotros mismos, más un retrato no es la totalidad. Cuando logramos que la Conciencia penetre como un rayo de luz en ese lado invisible, que no se ve; en ese lado oculto de nosotros mismos, entonces el retrato que sobre sí mismos nos hayamos forjado se desintegra, queda reducido a polvareda cósmica.

Es lamentable que sólo vivimos en una pequeña fracción de sí mismos; lo que de nosotros ignoramos es muchísimo, el lado oculto que desconocemos suele ser muy profundo, pero necesitamos conocerlo, y sólo podremos conocerlo proyectando la luz de la conciencia sobre ese lado oculto… Y es importante ese lado oculto, porque es precisamente en ese lado oculto donde están todas las causas de nuestros errores: las innumerables reacciones mecánicas, las antipatías mecánicas, nuestras mezquindades, etc. En tanto nosotros no hayamos iluminado ese lado oculto con los rayos de la Conciencia, obviamente estaremos muy mal relacionados, no solamente consigo mismos, sino también con los demás.

Cuando uno ilumina ese lado oculto de su Luna psicológica con los rayos de la Conciencia, conoce sus errores, y entonces sabe ver a los demás; pero cuando uno no ilumina con su Conciencia ese lado oculto de sí mismo, comete el error de proyectarlo sobre las gentes que lo rodean, y eso es gravísimo. Proyectamos sobre las gentes todos nuestros defectos psicológicos, y si somos mezquinos, a todos los veremos mezquinos; y si estamos llenos de odio, a todos los veremos en esa forma; y si somos envidiosos, creeremos que los otros son también envidiosos; y si somos violentos, pues no sabremos comprender la violencia ajena, creeremos que sólo nosotros tenemos la razón y que los demás no la tienen.

Cuando sentimos antipatía por alguien, es claro que allí está precisamente el “qüid” de la cuestión, allí está precisamente el defecto que interiormente llevamos, y que estamos proyectando sobre ese alguien. ¿Por qué nos causa antipatía tal o cual persona, por qué le vemos éste o aquél defecto que nos molesta tanto? Aunque parezca increíble, aunque no lo admitamos, aunque lo rechacemos, la verdad que ese defecto lo tenemos muy adentro, y que lo estamos proyectando sobre el prójimo. Cuando uno comprende esto, entonces se propone disolver el “elemento” que ha descubierto, y si uno ve que el prójimo tiene tal o cual defecto, seguro está que en el lado oculto que uno no ve, en el lado oculto de uno mismo, se haya el defecto en cuestión.

Así, pues, es lamentable que nosotros estemos tan mal relacionados con la gente. Desgraciadamente, como quiera que estamos mal relacionados con nosotros mismos, pues tenemos que estarlo con los demás; si sabemos relacionarnos consigo mismos, sabremos también relacionarnos con los demás, eso es obvio.

A medida que avanza uno en esto, va dándose cuenta de cuán equivocado anda por el camino de la vida. Protesta uno porque otros no son cuidadosos, y uno sí lo es; cree uno que los demás andan mal porque no son cuidadosos, cree uno que sí es cuidadoso, y se molesta contra alguien porque no lo es. Si uno observa en detalle, verá que ese que no es cuidadoso, ese defecto que uno ve en otro, lo tiene muy sobrado en sí mismo, en el lado desconocido de sí mismo. Aunque se crea uno muy cuidadoso, puede suceder (y en verdad sucede) que no es tan cuidadoso como cree, pues hay desorden dentro de sí mismo que ignora, que no acepta ni cree tener, ni entiende.

Vale la pena conocer ese lado desconocido de sí mismo, pues cuando uno de verdad proyecta la luz de la Conciencia sobre ese lado que de sí mismo desconocía, cambia totalmente. Al descubrir que uno es violento, por ejemplo, entonces viene a tolerar la violencia de los demás, y se dice a sí mismo: “Yo soy violento; entonces, ¿por qué critico a aquél que es violento, si yo lo soy?” Cuando uno comprende realmente que es injusto consigo mismo, que carga la injusticia en sí mismo, aprende a tolerar la injusticia de los otros.

Se nos ha dicho, en la Gnosis, que “debemos aprender a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes”; más no podría uno llegar a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de los semejantes, si no acepta sus propias manifestaciones desagradables, si no las conoce, y para conocerlas debe lanzar un rayo de luz sobre ese lado obscuro de sí mismo. Obviamente, en ese lado que no ve, están de verdad las manifestaciones desagradables que interiormente carga, y que proyecta sobre los demás.

Así que, cuando uno conoce sus propias manifestaciones desagradables, pues aprende a tolerar las manifestaciones desagradables del prójimo. Obviamente, para poder cristalizar uno en sí mismo al Cristo Cósmico, necesita inevitablemente aprender a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de los demás, y así, poco a poco, va cristalizando uno, en sí mismo, al Señor de Perfección. Así, pues, hay que entender que el Señor de Perfección solamente cristaliza en nosotros a través del “Santo Negar”.

Hay tres fuerzas en nosotros, muy importantes. La primera es el “Santo Afirmar”, la segunda es el “Santo Negar”, y la tercera el “Santo Conciliar”. Para cristalizar, por ejemplo, al “Santo Conciliar”, la tercera fuerza, la del Espíritu Santo, la fuerza neutra, necesita transmutar la ENERGÍA CREADORA, ya que esa fuerza maravillosa viene a cristalizar en los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser. Para cristalizar en sí mismo la segunda fuerza, la del Señor de Perfección, la del Bendito, la de Nuestro Señor el Cristo, necesita inevitablemente aprender a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de los semejantes, y para cristalizar en sí mismo la primera fuerza, la del “Santo Afirmar”, necesita saber obedecer al Padre, “así en los Cielos como en la Tierra”. El Sagrado Sol Absoluto, del cual emana toda vida, quiere cristalizar en cada uno de nosotros, esas tres fuerzas primarias de la Naturaleza y del Cosmos: “Santo Afirmar”, “Santo Negar” y “Santo Conciliar”.

Concretándonos solamente a la cuestión del “Santo Negar”, del Cristo, necesitamos negarnos a sí mismos (repito: aprender a recibir con agrado las manifestaciones desagradables de nuestros semejantes). ¿Más cómo podríamos nosotros recibir con agrado las manifestaciones desagradables? Si por ejemplo tenemos ira, y sabemos que la tenemos; si nos hemos hecho conscientes de que somos “berrinchudos”, “enojones”, peleones, iracundos, furiosos, es claro que estando bien conscientes de ello, comenzamos a dispensar esos mismos errores en los demás, y en consecuencia nos relacionaremos mejor con el prójimo.

Si estamos llenos de envidia y reconocemos que la tenemos, que la cargamos en el lado oculto de nuestra Luna psicológica, aprendemos a perdonar las manifestaciones desagradables de la envidia, tal como existen en otras personas. Si estamos llenos de orgullo, y sabemos que lo tenemos; si sabemos que somos orgullosos, que estamos engreídos, y reconocemos que lo somos, entonces aprendemos a mirar, pues, a los orgullosos con más comprensión; ya no nos atreveremos a criticar, sabremos que dentro cargamos esos mismos defectos.

Si un hombre se siente honrado, si se siente incapaz de mentir, de pronto sucede que lo ofenden llamándolo mentiroso; obviamente, si ha aceptado que en el lado oculto de su Luna psicológica, en ese lado que no se ve, en el lado oculto de sí mismo existe todavía la mentira en forma inconsciente, no se sentirá ofendido cuando se le diga mentiroso, sabrá ser tolerante con el prójimo. Muchos podrán creerse muy “liberales” en su forma de ser, muy “justos”; más si de pronto hay alguien que les dice que no los son, que no son tan “liberales” ni tan “justos”, podrían ofenderse, porque ellos se sienten siendo justos y liberales. Más si ellos han aprendido a proyectar, previamente, su Conciencia sobre el lado oculto de sí mismos, sobre ese lado oculto que jamás se ve, entonces vienen a reconocer, por sí mismos, directamente, que no son tan justos ni tan liberales como pensaban, que en el fondo de todos ellos hay injusticia, hay intolerancia, etc.; cuando alguien intente herirlos en ese sentido, no se hieren, pues saben que les están diciendo la verdad.

Así, pues, resulta muy importante mirar ese lado oculto de sí mismos, ese lado que no se ve, ese lado donde está la crítica, la censura (en esa parte oculta de nosotros mismos, está la censura, la crítica; nosotros allí tenemos la censura, la crítica)…

¿Por qué censuramos a los demás, por qué los criticamos? ¿Por qué siempre estamos criticando a los demás de tal o cual defecto? Seamos sinceros, miremos hacia adentro, auto-explorémonos, iluminemos esa parte oculta de nuestra propia psiquis, esa parte que no se ve, y veremos que los defectos que a otros estamos criticando, los tenemos muy adentro, en sí mismos; entonces, cuando eso sea, dejaremos de criticar; la censura, la crítica, se debe precisamente a la falta de comprensión.

¿Qué censuramos en otros, qué criticamos a otros, o en otros? Nuestros propios defectos: eso es lo que estamos criticando, como lo proyectamos. Triste es saber que nosotros proyectamos nuestros defectos psicológicos sobre los demás, triste es saber que nos vemos tal como somos, que vemos al prójimo así, como somos nosotros; esto es algo que hay que entenderlo. Todos tenemos una tendencia a creernos perfectos, nunca se nos ha ocurrido mirar esa parte de la Luna, de nuestra Luna psicológica. esa parte que no se ve jamás

Ha llegado la hora, pues, de auto-explorarnos seriamente, para conocernos de verdad. Cuando uno de verdad ha iluminado esa parte oculta de sí mismo, el lado invisible que lleva en su interior, descubre que rechazaría de inmediato, factores que cree no tener. Que a un hombre honrado, por ejemplo, se le diga ladrón, es una ofensa. ¿Por qué se ofendería un hombre honrado si se le dice ladrón? El Ego, inmediatamente, tiene tendencia a la violencia para tratar de justificarse.

El hecho mismo de que un hombre honrado se ofenda cuando se le dice ladrón, demuestra que no es honrado; allí está el “qüid” de la cuestión: si de verdad fuera honrado, no se ofendería porque le digan ladrón; si se ofende, no es honrado. Si ese hombre, por ejemplo, iluminara con la propia luz de su Conciencia, esa parte de sí mismo que no se ve, esa parte oculta de su Luna psicológica, con horror descubriría lo que no quiso aceptar; descubriría “Yoes” del robo, ladrones (¡que horror, imposible!); pero así es: en nosotros hay factores que ni remotamente sospechamos, que de ninguna manera aceptamos, que nos horrorizan, y sin embargo en el fondo los tenemos. ¡Horrible es, pero así es..!

Yo mismo, cuando estaba en el trabajo de la disolución del “Yo” en el Mundo de las Causas Naturales, fui sorprendido; nunca pensé que tuviera dentro, en mi interior, “Yoes” ladrones. ¡Imposible, yo nunca le robo a nadie ni cinco centavos!; ¿cómo va a ser posible que aparezcan “Yoes” del robo allá adentro? Pues imposible o no imposible, aunque rechazara, ahí estaban; me gustara o no me gustara, ahí estaban (y les advierto que en el terreno de la vida práctica, alguien podría dejar aquí, en este lugar, un tesoro de oro puro, y yo no le sacaría ni una sola moneda; aunque dicho está “en el Arca abierta, hasta el más justo peca”, pero por ese lado estoy seguro de no fallar; ni dejándome oro en polvo le sacaría yo, pues, ni un gramo de oro). Sin embargo, con cuánto dolor descubrí que allá en el fondo, existían “Yoes” del robo.

Cuando los observaba con el sentido de la auto-observación psicológica, los veía huyendo (como el ladrón que roba y huye despavorido; ¡horribles caras del robo!) Quedé horrorizado de mí mismo, pero no tengo inconveniente en confesarlo, porque si no lo confesara, sería señal de que todavía estarían vivos esos “Yoes”, allá adentro, porque el hipócrita tiene la tendencia a ocultar sus propios defectos. Así, pues, que no tengo ningún inconveniente en confesarlo: tenía esa clase de “Yoes”; aún llevando una vida honrada, los tenía; aún pagando las deudas, los tenía… ¿Qué me tocó? ¡Desintegrarlos, reducirlos a polvareda cósmica, y eso me causó horror!

Sí, hermanos: dentro de uno, en su interior, en ese lado oculto que uno no ve de sí mismo, lleva monstruosidades inenarrables, indescriptibles. Cuando alguien “se lava las manos” diciendo: “yo soy una caridad, soy buen esposo, buen padre de familia, buen hijo; no mato, no robo, no le quito la mujer al prójimo, entonces yo soy un santo”, esos que así hablan, son candidatos seguros para el ABISMO y la “MUERTE SEGUNDA”, son casos perdidos. Ninguno se crea santo, porque en el lado oculto de sí mismo, en ese lado que no se ve, carga monstruosidades inenarrables, horripilantes, que ni remotamente sospecha.

Desgraciadamente las gentes, como les he dicho a ustedes, no viven sino en una pequeña parte de sí mismas; no ven la totalidad del cuadro, solamente ven un rincón del mismo; se ha forjado cada cual sobre sí mismo un retrato: el retrato del hombre honorable, el retrato de la dama honesta, el retrato del caballero caritativo, etc., y así, de acuerdo con ese retrato, condiciona su existencia, desde allí acciona y reacciona incesantemente; allí están todas sus mezquindades, sus críticas y censuras, pero él se cree perfecto.

Bien vale la pena reflexionar un poco en estas cosas, en ese lado obscuro de sí mismo, tener valor de verlo. Todo el mundo lo sospecha, pero nadie se atreve a ver de verdad, cara a cara, ese lado oculto de sí mismo, donde están precisamente los factores que producen discordia en el mundo, donde están la censura y la crítica, donde está la violencia, donde está la envidia, etc. La envidia, por ejemplo, se ha convertido, dijéramos, en la mecánica de esta civilización, en el factor básico de la acción (¡cuán lamentable es eso!). Si alguien tiene un carrito, y de pronto ve que otro pasó con un carro más hermoso, con un “camión” o automóvil, dice: “Hombre, yo tengo ganas de mejorar un poco; voy a ver cómo me consigo un carrito mejor”; pero no le ocurre saber por qué anhela un carrito mejor, y así muchas veces puede suceder que el carrito que está usando, le está sirviendo. ¿Por qué anhela otro mejor? ¡Sencillamente por envidia! Esa envidia está en el lado oculto que no se ve, en el lado oculto de nuestra propia Luna psicológica. Allí está, y obviamente se ha convertido, repito, en el resorte secreto de la acción, y eso es realmente lamentable. Conforme nosotros vayamos progresando en la auto-exploración psicológica, nos iremos haciendo cada vez más conscientes de sí mismo, y eso es lo mejor.

Ha llegado la hora de entender que los errores que nosotros vemos, los cargamos dentro de nosotros, ha llegado la hora de entender que en tanto nosotros no conozcamos ese lado oculto de sí mismos, estaremos mal relacionados con el prójimo; se hace necesario aprender a relacionarnos mejor con nosotros mismos, para poder relacionarnos mejor con los demás. ¿Cómo podríamos relacionarnos bien con el prójimo, cuando ni siquiera nos hemos relacionado bien consigo mismos?.

No solamente debemos pensar en la Luna ésta física, repito, sino en la Luna psicológica que interiormente cargamos, en la parte más obscura, pues esos otros “Yoes”, de monstruosidad terrible, están en el lado oculto que no vemos. Las visiones que el Dante describiera en su “Divina Comedia”, con garras y aletas horribles, dientes y pezuñas, monstruosidades y monstruos, existen en el lado oculto de nosotros mismos, en ese lado que no vemos; por eso en el trabajo sobre sí mismos, hay pasos difíciles. Sucede que cuando trabajamos sobre sí mismos, cambiamos; obviamente, al cambiar, somos mal interpretados por nuestros semejantes. Sucede que nuestros semejantes no quieren cambiar, y si nosotros cambiamos, ellos gritan y protestan, y nos juzgan equivocadamente (todo esto debe saberlo el estudiante gnóstico).

En el mundo se han escrito muchos códigos de moral, ¿más qué cosa es la moral?, ¿serviría acaso para la disolución del “Yo”?, ¿podrá iluminarnos ese lado oculto de sí mismos, ese lado que no se ve?; ¿podrá conducirnos a la santificación, o qué? ¡Nada de eso!; la moral es hija de las costumbres, del lugar y de la época; lo que en un lugar es “moral”, en otro lugar es “inmoral”; lo que en una época fue “moral”, en otra época dejó de serlo. Así, pues, ¿en qué quedamos, en que queda la moral? En la China antigua, matar a su padre era justo, cuando ya éste estaba demasiado anciano e incapaz de mantenerse por sí mismo. Aquí, ¿qué diríamos nosotros si un hombre mata a su padre? ¡Parricida!, ¿verdad? Así pues, repito, la moral es esclava del lugar, de las costumbres y de la época. Entonces, ¿de qué sirven los códigos de moral que en el mundo se han escrito, de qué sirven tan brillantes códigos? ¿Podrían éllos disolver el “Yo”, podrían iluminar la cara oculta de nuestra Luna psicológica? ¡Nada de eso, no sirven..! En el camino éste de la disolución del “Yo”, a simple vista pareceríamos “inmorales”. ¿Qué clase de moral necesitamos entonces seguir? ¿Cuál, si no sirven los códigos? ¿Entonces qué? Hay un tipo de ética que ustedes no conocen (algunos la conocen, en los Himalayas); me refiero a ese tipo de conducta recta de la Naturaleza, a esa ética que los tibetanos un día condensaron en “Los Paramitas”. Lástima que “Los Paramitas” no estuvieran traducidos, pues, al lenguaje occidental; los he buscado, no los he hallado. Es una ética real, ¿pero quién la entiende? Tal vez ustedes la entiendan, tal vez no.

Si ustedes cambian, pueden sacar que la gente se vuelva en contra de ustedes. Si alguno de ustedes cambia, puede suceder que todos los hermanos que aquí estamos, lo estemos entonces calificando mal, lo estemos señalando: “¡vean lo que ha hecho, lo que está haciendo!”; es decir, surge la censura, y es que las gentes quieren que el Iniciado permanezca embotellado en el pasado, de ninguna manera quieren que surja a lo nuevo, que cambie; cuando el Iniciado cambia, es mal interpretado, juzgado equivocadamente.

Así que, el Ego es tiempo, y el Ego ajeno no puede tolerar que alguien se salga del tiempo, no lo perdona de ninguna manera. A mi me corrieron de mi propia casa paterna, porque resolví cambiar; me tenían demasiado atormentado con su “machismo”, la férula de los maestros llovía sobre mí, incesantemente: los jalones de oreja, los golpes en la cabeza, porque no dominaba aquéllas materias que para ellos eran muy fundamentales (cosas allá de los Egos, pero que para ellos son básicas, y se enorgullecen de tener esas cosas adentro). Me corrieron de mi propia casa paterna y me corrieron de la Escuela, me corrieron de todas partes. Conclusión: yo era una calamidad, sencillamente porque estaba cambiando, porque no quería seguir metido en el tiempo; entonces se me endilgaban toda clase de barbaridades, se me condenaba como “hereje”, “malvado”, y hasta se me perseguía para darme muerte como “enemigo número uno de la religión ortodoxa”. Conclusión: me coloqué, como reza un dicho por ahí, “fuera de onda”. No podían perdonarme que me saliera, pues, del “jacal”, y no me lo perdonaron.

Aquí mismo estamos todos reunidos: si uno de ustedes quiere cambiar, puede estar seguro que todos los demás le criticarán, y estamos aquí, en pleno “Lumisial”, pero queremos que hasta el mismo Maestro camine de acuerdo con ciertas normas preestablecidas en el tiempo. Yo les aseguro que ustedes no mirarían con agrado que yo me saliera de sus normas. Ustedes tienen sus normas, y si yo me salgo de esas normas, ¿entonces qué? Ya no mirarían con agrado eso; posiblemente dirían: “Vean lo que está haciendo; eso es lo que está haciendo, y es un Maestro..! ¡Imposible , ese no es un Maestro!”  ¿Por qué? Porque me les salí del “jacal”, porque no quise seguir metido entre sus normas, porque no quise seguir embotellado en el tiempo, porque no quise seguir encerrado en sus códigos de moral; porque, aunque parezca increíble, cada uno de ustedes sigue determinados códigos de moral.

Algunos de ustedes seguirán los diez Mandamientos, ya están estipulados, y de allí no salen “ni a cañonazos”; otros de ustedes siguen normas más o menos preestablecidas por sus familiares en el tiempo; otros de ustedes siguen determinadas reglas de conducta que aprendieron en distintas escuelas pseudo-esotéricas o pseudo-ocultistas, o que oyeron de sus preceptores religiosos. Cuando alguien se sale, cuando alguien no se comporta de acuerdo con esas normas que ustedes tienen establecidas en sus mentes, ese alguien para ustedes es un “indigno”, un “infame”, un “malvado”.

Vean ustedes cuán difícil es, pues, llegar a la Auto-Realización Íntima del Ser; pero a medida que uno se auto-observa psicológicamente, va iluminando precisamente esa cara oculta que no se ve, va conociendo que en su interior hay factores que ignoraba, crímenes que ni remotamente sospechaba. Conforme uno disuelve tales factores, se verifican cambios psicológicos que obviamente, se reflejan sobre sus semejantes. Esos cambios son mal interpretados por el prójimo; de ninguna manera el prójimo puede aceptar que alguien no se comporte de acuerdo con las normas establecidas, de acuerdo con los códigos ya escritos, de acuerdo con los principios sustentados; más resulta que en el trabajo, muchas veces tenemos que volvernos “inmorales” (cuando hablo de “inmorales”, hay que saber entender esto, ponerlo entre comillas y subrayarlo. Me estoy refiriendo, no estoy citando esta palabra en la forma que ustedes la están entendiendo, en la forma negativa; quiero únicamente aclarar; cito esta palabra en el sentido edificante, o dignificante, en el sentido positivo, constructivo; en el sentido que hay necesidad de evitar los códigos caducos, de cierta moralidad sin basamento sólido).

Bueno, mis queridos hermanos, llegamos pues a la conclusión de que la vía suele ser difícil, el camino angosto, estrecho y de lado y lado hay horrendos precipicios, subidas maravillosas, bajadas horribles. Del camino suelen salir muchos caminos; éstos lo conducen a uno al dominio de determinada zona del Universo, es decir, lo convierten de hecho en un “DEIDUSO”, o en un “COSMOCRATOR”, para hablar esta vez en sentido indostánico; otros lo llevan a uno a determinados Paraísos, pero unos nos traen de regreso a los sufrimientos de la Tierra, otros al  ABISMO y a la “MUERTE SEGUNDA”. Es difícil no perderse, lo normal es que se  pierda; muchas veces, por atenerse uno a un código de moral establecido, se pierde, cae en el abismo de perdición. ¿Entonces qué, cómo hacer? Auto-observarse psicológicamente, en forma incesante, y antes de censurar a otros, censurarse a sí mismo; y antes de ser violentos con otros, Auto-Observarse para conocer su propia violencia, su violencia íntima, que la carga aunque lo rechace, aunque piense que no la carga.

Si la gente viviera en una forma más consciente, entonces todo sería diferente. Desgraciadamente nosotros, como les he repetido tanto esta noche, nos hemos forjado muchos retratos sobre sí mismos, porque sólo vivimos en una pequeña parte de sí mismos; cuando proyectamos nuestra Conciencia sobre esa parte que no se ve, los retratos aquéllos dejan de ser alimentados y se vuelven polvareda cósmica.

Entonces, en todo caso, necesitamos cambiar. ¡Qué pequeños y deformes retratos nos hemos forjado de sí mismos; qué mezquinos, y cuán lejos están esos retratos de lo que realmente somos, desgraciadamente..! (Estaba pensando aquí, en voz alta, y ustedes están formando parte de mis propias reflexiones). ¡Cuán mezquinos somos, y sin embargo ni remotamente sospechamos que somos mezquinos, que en el lado oculto de sí mismos, cargamos la mezquindad! A veces pensamos que si este grupo, o estos grupos esotéricos-gnósticos caminaran mejor, seríamos más felices (parece que nosotros reclamáramos como un ideal para trabajar); que si nos fuéramos a las montañas, o a los valles más profundos, parecería que así caminaríamos mejor. Más, ¿de qué sirve encerrarnos en una cueva, cuando dentro de sí mismos cargamos todos los factores que producen envidias, odios, lujurias, etc., etc., etc.?

Los aquí presentes, no somos unas mansas ovejas, o no somos perfectos, porque perfecto solamente hay uno, y es el Padre. Nosotros no somos perfectos, eso es obvio.

Hoy, aquí, veo a muchos hermanos reunidos (bueno, estoy abusando de la palabra “muchos”; veo un pequeño grupo de hermanos reunidos). ¿Y están seguros, los aquí presentes, de constituir precisamente un núcleo de fraternidad, de amor y de belleza? ¿Nunca, nadie de los aquí presentes, ha criticado a nadie? Y cuando están en plena Asamblea, ¿se han tratado siempre con un amor nunca visto, jamás han disputado entre sí? Cada uno, ¿cómo ve cada uno..? Aquí están todos reunidos, como “santitos”.

Sí, así es; pero en el fondo de ustedes hay envidias, disputas, odios, críticas malsanas, etc., etc., etc. Lo saben, sí; sin embargo, cada cual ve el error en los demás, pero no lo ve en sí mismo; a nadie se le ocurre pensar que el error que está viendo en otros, lo carga dentro de sí mismo (eso no se le ocurre); son pocos los hermanos que saben reflexionar en estas cosas, son pocos los que saben entender. ¿Por qué quisiéramos nosotros algo ideal, un grupo ideal, donde nadie se odiara, donde todos fueran hermanos, donde todos se dedicaran únicamente al saber y al amor? ¿Hay alguna razón para desear eso? En verdad que no la hay.

El grupo éste, de tercera cámara, viene a simbolizar o viene a representar,  precisamente a la vida de allá, a la vida que está fuera de esta cámara. Ustedes saben que la vida, el tren de vida, la Humanidad en su conjunto, está llena de terribles defectos; ustedes saben que esa multitud amorfa, que abunda por allí, está llena de ira, de codicia, de lujuria, de envidia, de orgullo, de pereza, de gula, etc., etc., etc. No es ideal, ¿verdad? ¡No, no lo es! Entonces éste pequeño grupo, ¿por qué queremos que sea ideal? Este pequeño grupo representa a esa Humanidad, a esos montones, a esos millones de personas que hay en el mundo. Aquí está, este pequeño grupo, con esos mismos errores que tienen las multitudes; entonces, en este pequeño grupo, hay una escuela maravillosa, hay un gimnasio formidable; así con sus defectos, así como estamos, ésto es un gimnasio psicológico magnífico.

¿Que el hermano tal dijo algo del hermano tal? Bueno, el que lo dijo, en lugar de decirlo debe investigarse a sí mismo, mirar esa parte oculta de sí mismo, esa parte que no se ve, para ver por qué lo dijo, por qué censuró al prójimo… ¿Que la hermanita tal dijo algo de la otra hermanita zutana? Bueno, en lugar de estar criticando esa hermanita a la otra hermanita, auto-explórese para ver esa parte de la Luna que no se ve, y a buen seguro que el error que está viendo en la otra hermanita, lo carga en la parte oculta de sí misma, en la parte que no se ve.

Si eso lo sabemos aprovechar, precisamente a los propios defectos psicológicos de nuestros hermanos; si en vez de estarlos criticando los aprovechamos para el auto-descubrimiento del “sí mismo”, pues tendremos entonces que este pequeño grupo es una escuela maravillosa, extraordinaria, donde está representada toda la Humanidad; en este pequeño grupo hay un gimnasio precioso, necesario para el auto-descubrimiento; por eso es que hay que saber aprovecharlo.

Si este pequeño grupo fuera de perfectos, entonces no habría necesidad de que existiera este grupo (¿para qué?). Este grupo existe porque no somos perfectos, por eso existe; si fuéramos perfectos, este grupo no existiría; los errores de nosotros, los errores de todos los hermanos, sumados entre sí, son los errores de la Humanidad. Aprovechemos, pues, esta muestra; aprovechemos esta escuela, y en vez de censurar a nuestros hermanos, censurémonos a sí mismos; el error que en otro hermano veamos, debe servirnos de ilustración para la Conciencia; nos permitirá saber que nosotros cargamos ese error en la parte oculta que no se ve. ¡Vean ustedes cuán útil es una ESCUELA ESOTÉRICA, una ESCUELA DE REGENERACIÓN..!

Esta es una ESCUELA DE REGENERACIÓN, más somos tontos cuando dejamos la Escuela, cuando nos vamos “de pinta”, buscando una Humanidad ideal. ¿Dónde la vamos a encontrar, en qué parte del Cosmos? Imposible, ¿verdad? Hay una HUMANIDAD DIVINA, sí, pero no es la Humanidad corriente, no: me refiero en forma enfática al CÍRCULO CONSCIENTE DE LA HUMANIDAD SOLAR, a ese Círculo que opera con los centros superiores del Ser; esa es la única humanidad que yo llamaría “ideal”. ¿Pero cómo vamos a llamar “ideal” a Pedro, Pablo, Diego, Chucho, Jacinto y José? Sin embargo, todos son necesarios; los errores del vecino son, precisamente, muy útiles para nosotros, podemos utilizarlos como una indicación. Si yo descubro que fulano de tal está lleno de envidia, pues debo ser un poquito reflexivo.

¿Por qué estoy censurando la vida de fulano de tal? El hecho de que esté censurando la envidia del hermano fulano de tal, indica que yo la tengo en las profundidades de mi Conciencia, en esa parte que no se ve… Ahora bien, hay que saber quién es el que censura; ¿quién es el censurador, cuál es el “Yo” de la crítica?. Vale la pena que le hagamos la autopsia, que lo reduzcamos a polvareda cósmica.

Hasta aquí esta plática, mis queridos hermanos. Ahora, si ustedes quieren preguntar, pueden hacerlo con la más entera libertad.

P.- Maestro: respecto a las “Górgonas”,  a los personajes “Gorgoicos”, ¿qué nos podría decir?.

R.- Las “Górgonas”… ¿Que quieres saber sobre las “Górgonas”? ¿Acaso no habló sobre las “Górgonas” Virgilio, el Poeta de Mantúa? ¿No habló acaso el Dante Alighieri sobre las “Górgonas”, en “La Divina Comedia”? ¿Qué quieres saber tú sobre las “Górgonas”..? Las “Górgonas”, con sus venenos “Gorgoicos”, no son otra cosa sino las tres “Furias”, de que nos hablara Virgilio en su “Eneida”… Allí están, terribles… En el Esoterismo Crístico podríamos llamarlas, a la primera “Judas”, el DEMONIO DEL DESEO; a la segunda podríamos llamarla “Pilatos”, el DEMONIO DE LA MENTE, y a la tercera podríamos llamarla “Caifás”, el DEMONIO DE LA MALA VOLUNTAD… ¿Que las decapitó quién, Perseo, con su espada flamígera? ¿Quién lo hizo? Ahora, lo que importa es que cada uno de nosotros decapite a las “Górgonas”; ellas pertenecen, precisamente, a ese lado oculto de sí mismo, a ese lado que no se ve… ¿Hay alguna otra pregunta, hermanos?.

P.- Cuando usted mencionaba eso del “código moral”, se me ocurre que puede existir el peligro de que convirtamos la Gnosis, a las enseñanzas gnósticas, en un código moral. Si no comprendemos la enseñanza, si no vivimos de acuerdo a la Enseñanza, puede existir ese peligro, ¿no es cierto?.

R.- ¡Así es! Y veo que hay una marcadísima tendencia en todos los hermanos del Movimiento Gnóstico, a escribir códigos morales; todos tienen la tendencia a que esos códigos sean respetados, todos quieren establecer códigos morales en el Movimiento, a fin de que los hermanos se ajusten a esos códigos. A la larga, esos códigos resultan absurdos, rancios, torpes; se convierten, dijéramos, en botellas entre las cuales queda la mente embotellada; entonces viene el fracaso en el trabajo de la eliminación del Ego… Sucede que en este trabajo hay que hacer cosas que parecerían “inmorales”; tiene uno que salirse a veces de ciertas normas, a las cuales todos están sometidos; sucede que cuando uno cree que va muy bien, va mal, y a veces cuando los demás piensan que uno va mal, sí va bien, es cuando mejor va. El camino es así: hay mucha virtud en los malvados, y hay mucha maldad en los virtuosos; hay peligros tremendos; uno puede meterse por un callejón que cree que es el correcto, y se aparta del Real Camino…

Samael Aun Weor – Audio conferencia “El lado Oculto de Nuestra Luna Psicologica” de el Quinto Evangelio

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